Borges dijo aquello de la dictadura aritmética probablemente para definir ciertos actos parlamentarios en donde impera la mayoría absoluta, Con la mayoría absoluta las razones o las necesidades explicativas del poder quedan en segundo término.
Sube al estrado la oposición, ésta raramente unánime, critica con palabras que no con silencios, la gobernanza del presidente, y mientras, los diputados de su partido pueden solazarse yendo al bar, al baño o a sacarse una entrada para los toros.
Solo cuando voten, sabremos que todo aquello que aportó la oposición al entendimiento del país sirve para bien poco, a lo sumo para llenar páginas de periódico. Aquí sí que voto es sinónimo de veto, como dice Alonso. A Franco le molestaba no poco tener que dar explicaciones al pueblo, por eso aborrecía a muerte al demonio demoliberal. Le parecía que los políticos perdían el tiempo. Estos nietos de aquel régimen con nombres que todavía se arrastran como “trader” de grandes empresas financieras, madres de la crisis económica todavía sin explicar, no quieren demasiadas cuentas con el Parlamento. Dicen que ya lo han declarado todo sobre Bárcenas. En el fondo no creen en las exigencias de la democracia; prefieren zafarse de los periodistas huyendo por el garaje, o a lo sumo, aparecer como Cristo resucitado en una televisión de plasma.
¿Y por qué esta terquedad en no hablar precisamente en el sitio adecuado pensado para la gloria civilizada de la palabra? Les gusta más decir que la oposición lo que busca es conspirar. ¿ Cómo se le quedará el cuerpo al ciudadano cuando ve que le destrozan los ordenadores donde quizá podría estar la verdad?
Si realmente el PP colaborara con la justicia convencido de que nada tiene que ocultar ¿a qué vendría esa táctica de demolición de pruebas? Hay una creencia de que el pueblo olvida pronto, basta que se le dé un poco de nacionalismo trasnochado a lo “Gibraltar español” para que Bárcenas se diluya como la pantera de Castala, pero, cuidado, porque un desprecio al Parlamento recuerda demasiadas cosas del pasado. El ciudadano está antes que el partido, señor Rajoy.
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