El motivo para meterse esta vez con nuestros políticos es que no saben inglés. ¡Como si nosotros lo habláramos fluidamente!
La verdad es que Ana Botella lo ha puesto a huevo, con su surrealista presentación de la fallida candidatura Madrid 2020. Antes que ella, ya han venido haciendo el indio idiomático Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Pero, ¿acaso son distintos del resto de ciudadanos, inhábiles también en el uso de lenguas extranjeras?
La frase “es que a los políticos habría que exigirles que sepan inglés para poder acceder al cargo” se ha convertido en un trending topic, como se dice ahora, o en discusión de barra de bar, como se decía antes. O sea, un dogma de fe.
Sin cuestionarlo, ¿no sería más lógico hacer antes a los políticos un test psicológico para prevenir la cleptomanía y, de paso, una sencilla prueba de cultura general?
Quienes sí deberían hablar idiomas son nuestros eurodiputados, aunque basta darse una vuelta por los pasillos del Parlamento Europeo para observar la orfandad lingüística de muchos de ellos, colocados allí como recompensa por méritos partidistas del pasado más que por su capacidad política.
Pero, ¿cómo aprender inglés en un país donde hasta la película más intrascendente está doblada al castellano, no se estrenan obras de teatro en lengua extranjera y han desaparecido las pocas salas de cine en V.O. que existían?
Ya se puede hablar, ya, de aprender el bilingüismo, el trilingüismo y demás gárgaras en las escuelas, pero mientras no se luche contra la pereza nacional, siga fomentándose el doblaje cinematográfico, se eviten los exámenes en otras lenguas y se considere que trabajar en el extranjero es una maldición bíblica, seguiremos chapurreando todo y sin saber nada.
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