Muchas veces la culpa del ninguneo que sufrimos la tenemos los propios almerienses. Somos sencillos, que es una virtud, pero dóciles, que es un defecto. Cuando Susana Díaz fue a Jaén a buscar adhesiones para sus no-primarias la respuesta de los socialistas jienenses fue la propia: “Hablémoslo”. La respuesta de los almerienses fue la impropia: “¿Dónde hay que firmar?”.
¿Alguien se imagina, ahora, al PSOE de Jaén fuera del Gobierno andaluz? Pues no. Veamos el currículum de la nueva consejera de Agricultura. La identificación más cercana de Elena Víboras con el sector agrícola es que es de Jaén y allí hay olivos. No es lo sustancial, Nono, Fernando, que haya de Almería un consejero, dos o ninguno. Lo sustancial es que seamos tratados como los demás. Lo de la consejería era un gesto, una reparación, un chute de dignidad; el estreno, de verdad, de un tiempo nuevo. Por cierto, genial Carlos Herrera con lo del juego de la silla.
Los presidentes de la Cámara, Diego Martínez, y de Asempal, Juan Cano, han hecho lo que tenían que hacer: mostrar su indignación. Pero una cosa es discrepar de una decisión política y otra no asistir a ningún acto del único y legítimo Gobierno de Andalucía. Os habéis pasado de rosca, amigos.
El tema de los ‘eres’ es repugnante. La justicia debe obligar a que se nos devuelva a los andaluces el dinero que nos han robado y a que paguen su culpa quienes han delinquido y quienes lo han permitido por acción u omisión. Pero las piruetas jurídicas de la jueza Mercedes Alaya parece que conducen hacia la nulidad de la causa. ¿Es lo que busca?
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