A medida que pasa el tiempo se confirma el amargo pronóstico que un notorio socialista almeriense me deslizaba durante el proceso escenográfico de esas primarias falsas con las que se quería revestir el Dedazo: “esta Susana nos va a dar tardes de gloria”.
Y es que aunque lleva pocos días al frente de la Junta de Andalucía, Susana Díaz no ha defraudado a los que esperaban ver en ella grandes ocasiones para el silencio desperdiciadas en innecesarios chapoteos sobre pringosos charcos. Sin ir más lejos, la otra mañana se puso la bata blanca y dictaminó que el Rey Juan Carlos debería haber optado por un hospital público para su operación.
Sin encomendarse a Hipócrates ni al Doctor Rosado, la presidenta estimó que Su Majestad debería haber ido a un centro público porque “la defensa de nuestra sanidad pública también se ejerce usándola y poniéndola en valor”. Vamos a ver. Lo primero es que esto de elegirle quirófano al Rey es un debate idiota, muy propio de esa izquierdona que no habría dudado en salir a la calle a pedir la expulsión del Borbón de un hospital público (ya lo hicieron con la delegada del Gobierno en Madrid) asegurando que el monarca estaría ocupando la cama de un obrero. Lo segundo es que quien usa el término “poner en valor” demuestra más apego por la jerga que por el contenido. Y lo tercero es que la señora Díaz debería preguntar primero a sus compañeros si alguno practica la afrenta que denuncia. Y es que sorprende escuchar esta cerrada defensa de lo público a una compañera de conocidos socialistas usuarios de la medicina privada. El propio Rubalcaba acredita un historial de ingresos y tratamientos en prestigiosas fundaciones privadas. Y eso si hablamos de Salud, porque si hablamos de Educación... ¿cuántos parlamentarios del PSOE educan a sus hijos en colegios públicos? Lo dicho: tardes de gloria.
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