Es plausible la campaña de “recogida de firmas contra la “avioneta” “ que la asociación en defensa de la salud y el medio ambiente y contra sistemas quitalluvia de Almeria –Avial- lleva a cabo por los rincones de nuestra provincia. Su persistencia en la denuncia de “ la existencia desde hace más de treinta años, de unas prácticas clandestinas consistentes en disipar las nubes con productos químicos, para evitar lluvias y granizo” es digna de reconocimiento, así como su acusación contra las compañías de seguros y algunos grandes productores agrícolas. La asociación no cesa en darse a conocer y promover la campaña que recaba apoyos “para erradicar esta gran lacra”. Sin embargo, pese al denodado esfuerzo, pese a la constancia y fortalecimiento argumental de la organización, entre cuyas pretensiones está la creación de una red de responsables locales, a pesar de los supuestos apoyos institucionales – desconocidos aún, al menos en su página web- la denuncia es baldía, lo que causa cierta frustración en quienes anhelamos el esclarecimiento del problema.
A lo mejor haya que hacer nuevos planteamientos dado el desarrollo de la ciencia y la tecnología, pues quién asegura que, un poner, ya no son avionetas las que supuestamente ejecutan la siembra de nubes, sino que son potentes drones los que espantan las precipitaciones y tienen poder también para modificar las temperaturas. En tal caso ni Avial ni los afectados deberían esperar actuaciones de la sorda administración. Acudan a la sabiduría de los sabios. La solución está muy bien explicada en el fabuloso cuento “La Avioneta”, del excelente autor y mejor persona,Julio Alfredo Egea, galardonado con el premio “Hucha de Plata”, en 1989. Al menos, en este caso de los drones, no habrá un “Jerónimo”, como el apasionado aviador de la fábula, que acabe con sus huesos en la calle de sus sueños infantiles. Y tal vez llueva.
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