Tuve en su día la posibilidad de disfrutar con dos amigos ya desaparecidos, los hermanos Cruz López, de ser protagonista de la cabalgata de Reyes. Y les puedo asegura que ha sido una de las experiencias más inolvidables que he vivido en los muchos años que llevan mis espaldas a cuestas. ¿Por qué el recuerdo me asalta este año? Porque volví a recordar todo lo que sentí en aquellas horas viendo vestido de rey Gaspar a Benito Gálvez. No he hablado con él, pero estoy convencido por sus gestos, sus brazos abiertos ante los niños, su forma de estar en la carroza, la manera de lanzar caramelos que estaba viviendo uno de los días más grandes de su vida. Por unos momentos me sentí como aquel año en que subido a una carroza parecida era yo el que repartía caramelos por las calles de la ciudad y me sentí el más feliz de los mortales.
Seguro que Benito así se sentía, y que no olvidará jamás lo vivido ante los miles de niños almerienses, que unos con su sonrisa, otros con sus lágrimas, buscaban en su mirada la ilusión y la magia de una leyenda. Benito supo ser esa leyenda, Benito puso magia e ilusión en el rey Gaspar. Y seguro estoy que no le costó trabajo hacerlo, que se encontró en el mejor de los mundos y que si mañana pudiera se convertía en el rey mago eterno del mundo de los más pequeños. De los que abarrotaban las calles de todas las ciudades del mundo y de los que sonreían y lloraban en los hospitales adonde llevaron el sueño de la noche de un cinco de enero.
Hay que vivir ese día vestido de rey mago, cabalgar por calles, montar en carroza, visitar centros de niños y ancianos para poder llegar a saber lo que se siente. Y lo que se siente es que uno es feliz cuando eres capaz de hacer feliz a los demás, cuando ves a tu alrededor caritas, ojos llenos de ilusión, manitas que quieren coger el cielo, ese en el que tú te encuentras en ese momento. En ese cielo de hacer felices a los pequeños nos gustaría estar siempre. Ese cielo lo tocó Benito y sus compañeros de cabalgata, como otros muchos lo hemos tocado a lo largo de los años y los que lo harán en el futuro. Lo diferente es que Benito Gálvez, con su forma de ser y de estar lo supo llenar de magia y de ilusión ante los miles de niños que recibían a los magos de oriente. Eras feliz, se notaba en tu cara.
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