Cuando Adolfo Suárez legalizó el Partido Comunista en un acto de valentía que le ganó el odio de toda la ultraderecha franquista comenzó en la literatura española una corriente que podría definirse como realismo sucio. No es exactamente el realismo sucio americano porque éste de aquí está lleno de mineros, albañiles y jornaleros. Pero sí que esta nueva moda literaria abandonaba los nenúfares sustituyéndolos por pobres desahuciados o huéspedes forzosos de los bancos de alimentos y centros de acogida.
La crisis le ha dado una vuelta a aquellos temas venecianos de los que tanto se ocuparon los “Novísimos”. Hoy tenemos novelas que hablan de la corrupción urbanística como queriendo abandonar la manía de referirse más al pasado descomprometido. Si tuviéramos que citar un sujeto histórico tendríamos que citar al parado o al mendigo víctimas de la exclusión social. ¿Quién no ve alguna simetría con los tiempo que le tocara vivir a Dickens? Hoy el realismo sucio se encarnaría en Sánchez Gordillo, el ocupador de fincas o con los que luchan por detener las sórdidas ceremonias que dejan las familias en la calle por aquello de las hipotecas y las deudas bancarias. Tan metido en el alma llevamos este lenguaje que hasta la misma derecha se cuida de no apartarse de la berza. Rajoy parece que ha dado el sí a la candidatura de Juan Manuel Moreno Bonilla para presidir el PP de Andalucía y en la nota biográfica destaca que es hijo de emigrantes y nieto de jornalero. Para luchar contra Susana Díaz por lo visto ya no valen otros parentescos, al menos en Andalucía.
La crisis ha cambiado muchas cosas. Yo mismo sin ir tan lejos. Hace tiempo que renuncié a ejercer de profesor de estética diciéndole a todo el mundo lo que tiene que pensar sobre arte. Me sentiría ridículo viendo que el realismo sucio no es ya una moda literaria o poética sino una calamidad social que ni el gobierno puede parar con su famoso “austericidio”, y menos aún diciéndonos que todo se resume en llegar salvos al 2015. Hasta Almunia, un jerarca en la UE, se ha hartado de medias tintas y ante la necesidad de apretarse el cinturón, ha contestado que se los bajen ellos, vamos los jerarcas, claro.
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