Ha sido un mes de vértigo, tanto, que parece que ha durado un año, hasta el punto que permite hacer balance: ¿estamos mejor o peor que el 25-M? Recuerden, domingo electoral europeo con serio retroceso del bipartidismo dominante y estreno parlamentario de Podemos. Lunes 26-M con renuncia de Rubalcaba y apertura de relevo en el PSOE, seguido de un lunes, el 2-J, de abdicación del rey Juan Carlos. Conmoción, frenesí parlamentario y protocolario para la coronación inmediata del nuevo rey, Felipe VI, el 19-J. Discurso esperanzador con críticas veladas de los ultracatólicos por no citar a Dios, ni jurar ante un crucifijo. Audiencia inmediata a las Víctimas del Terrorismo y , a los cuatro días, recepción conjunta a las organizaciones humanitarias -Cáritas, Cruz Roja, Banco de Alimentos- más colectivos solidarios -inmigrantes y mujeres maltratadas- y otros hasta ahora más bien marginados, como la Federación Estatal de Lesbianas, Transexuales y Homosexuales, que es lo único que se destacó en los medios. Audiencia ésa en el Palacio del Pardo, en el mismo salón en el que sesenta años antes Franco firmó la Ley de Vagos y Maleantes que mezclaba a homosexuales con proxenetas.
Esta semana, viaje del nuevo rey a Girona con manifestación de rechazo de la amalgama republicano-independentista y coqueteo de Artur Mas que “no pide audiencia al monarca para no comprometerlo”. Pero espera de Felipe VI, sobre todo por su gran conocimiento de la sociedad catalana, que tome alguna iniciativa para abrir una vía de diálogo por más que él no haya llamado a Mariano Rajoy, que aunque lo llamen para la cuestión, suele estar fuera de cobertura. Un mes después del 25-M, con todos estos cambios, se ha abierto el debate sobre si lo que estamos viviendo es el comienzo de una Segunda Transición. Con un rey joven de nuevo y partidos que pugnan por encontrar al líder de menor edad: los socialistas Madina o Pedro Sánchez en la raya de los cuarenta y Alberto Garzón en Izquierda Unida que no tiene ni treinta. Ya se verá si es transición o solo tránsito, pero por lo menos ahora ya sabemos que el traspaso de un rey a otro se ha culminado con normalidad y con expectativas de mejora. Una incertidumbre importante menos y un panorama de expectativas mejores abierto. En párrafo aparte, en las crónicas periodísticas y en la vida misma, se encuentra la situación judicial y personal de la hermana del rey, doña Cristina, que se quedó sola en La Zarzuela en tan solemne día con el vestido preparado para acudir a las Cortes. La madre terció, el padre dijo que “eso ahora lo decide tu hermano”, y don Felipe y doña Letizia que no transigieron. Cuestión espinosa ésa, que está generando un debate cada vez más tenso entre jueces y fiscales, incluso con insinuaciones de prevaricación. Sin duda, el futuro de doña Cristina se vislumbra indisolublemente vinculado a su condición. Si es condenada, lo será por ser quien es, como dice el fiscal, y si es exonerada de sus responsabilidades, lo será también por ser quien es. Parece que ella ya ha comprendido la imposibilidad de salir indemne de ese atolladero y de ahí su depresión.
Entretanto en el PSOE, la guerra de avales la ha ganado Pedro Sánchez que aparece más como el candidato del aparato -por el apoyo de las federaciones- aunque Eduardo Madina se llevara el sambenito. “Los accionistas mayoritarios de este partido -en referencia a Andalucía- apuestan por Sánchez y le han proporcionado quince mil avales con un lazo”, confirma un diputado, ejecutivo rubalcabista saliente. Pero falta votar. El 13 de julio por la noche sabremos el nombre del nuevo líder sociali
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