Un Palacio Real en Almería

Tenemos la ocasión de propiciar que en nuestra provincia se construya un palacio que albergue a su majestad

Rafael del Moral
16:56 • 23 jul. 2014

Conocía Felipe II la modestia del Monasterio de Yuste donde había muerto su padre, y para que la gente supiera lo que era un chalet real dijo, venga, que hagan El Escorial; y que le pongan 2.673 ventanas, y una cripta para que nos entierren a los reyes. El palacio le quedó chulísimo. Y ahí están las ventanas, que ni ha hecho falta ponerlas de Climalit.  Felipe V, tatarabuelo del sexto, que había nacido en Versalles y sentía nostalgia de su infancia en aquellos salones de ensueño, se propuso remedarlo en unos terrenillos que tenían los reyes de Austria en La Granja de San Ildefonso. No le quedó como aquel, pero tiene su encanto. 


En Aranjuez, que es un sitio fresco a orillas del Tajo, ya había algunos palacetes más o menos buenos, pero quien lo hizo como lo vemos hoy fue Carlos III, porque El Escorial le quedaba grande y él quería una casa recogidita. También le debemos la fuente de mi pueblo, Fondón, y el Palacio del Pardo, que estaba hecho unos zorros y él lo mandó acomodar por si le hacía falta a alguien, y mira por donde le vino a Franco que ni de perlas. 


A Carlos IV lo que le gustaba era la caza y dejarle a los otros el gobierno, la reina y el reino. Los dos primeros se los llevó Godoy, y el reino, Napoleón.  De Fernando VII prefiero no hablar. Si los españoles hubieran sabido cómo iba a gobernar, no habrían cogido un trabuco para echar a los franceses. A su muerte dejó una hija de corta edad, que fue Isabel II, y un lío. Ni Amadeo II, ni ninguno de los cuatro presidentes de la primera república, uno de ellos nuestro paisano Nicolás Salmerón, supieron arreglarlo. A ninguno le dio tiempo a veranear como monarcas. 




Alfonso XIII heredó la costumbre de su madre de ir a bañarse a San Sebastián, y se hizo allí una casa de lujo y estilo inglés, el Palacio de Miramar. Le vino a los donostiarras como un pan a un pobre. Que nada, que toda España quería veranear en Donosti, aunque por entonces nadie la llamaba así. Y Alfonso XIII, como es sabido, acabó veraneando e invernando en Roma después del desaire que le hicieron los republicanos. No hablemos de lo que vino después, pero sí de Juan Carlos I, que no se construyó  nada porque le prestaban una buena casa en Palma de Mallorca, el Palacio de Marivent, con su nombre catalán bien puesto. También le regalaron un yate, pero lo ha devuelto. ¿Y qué hará Felipe VI? Ahora, precisamente ahora, diez siglos, más o menos, después de la construcción de la Alcazaba se nos presenta la oportunidad, auspiciada por Gabriel Amat,  político enraizado, de propiciar que en nuestra provincia se construya un palacio que albergue a su majestad, a Doña Leticia y a las niñas en sus reales vacaciones veraniegas. En Almerimar, en el Toyo o en Carboneras, como que no los veo, aunque todo eso tiene buenos precios. 


En Mojácar no le vendría mal, porque ya sabe inglés, al menos él.  Pero allí donde Gabriel estaría feliz en proporcionarle terrenos, patios de armas, torreones y bienestar es, no nos engañemos, en Roquetas, donde erigiría un edificio tipo Auditorio, o Centro comercial, y pondría a disposición de los más nobles visitantes que nunca vinieron a  Almería toda su tropa de roqueteros y roqueteras. Allí es donde Felipe VI y la reina podrían apreciar nuestro singular acento, nuestro estilo, nuestra casta, para que no se nos confunda con la de otros. Y nos anegaría el turismo de gente guapa, de gente bien, de pijos y de pijas.




De esa manera, además de pasar a la historia como brillante monarca, que es lo que esperamos, sería




Temas relacionados

para ti

en destaque