Luis Rogelio no quiere que el ciudadano pregunte en el Pleno

Juan Torrijos
19:45 • 01 ago. 2014

Viva la libertad de expresión, la democracia y la participación del ciudadano en la vida política de nuestro país y ciudad. Los políticos, por lo menos los del Partido Popular en el Ayuntamiento de la capital no desean, no quieren, no les gusta, no les satisface que el ciudadano les pregunten directamente en el Pleno. Les pueden sacar los colores. No me creo que los señores se pongan colorados. No tienen la suficiente pigmentación para ello. Y como tienen mayoría en el Pleno, cambian la norma y a verlas venir con cuarenta y ocho horas de antelación, por escrito y puestas en solfa por el secretario municipal. ¡Viva la democracia participativa de Luis Rogelio y su equipo! ¡Qué pena! Uno pensaba que nos íbamos haciendo mayores en esto de la democracia y la política, que éramos capaces de dialogar en vivo y en directo sin por ello tener que sacar las pistolas, que los argumentos de unos y de otros valían si en ellos se defendía el bien común. No es así. Aquí lo único que importa es lo que diga el que tiene el poder y los que se sientan en los bancos del consistorio. Los demás, los ciudadanos de a pie que se callen y que no puedan ni hacer oír sus voces en lo que los políticos llaman (que vergüenza) el corazón de la democracia y la representación del pueblo: 


El Pleno del Ayuntamiento.  ¿Miedo escénico de Luis Rogelio? No se puede pensar otra cosa del señor alcalde-senador. Si no quiere que la gente le diga cosas en el pleno, cambia la norma. Que para eso manda él. Más demócrata imposible. Se siente, pero tiene los votos suficientes para hacer lo que le dé la gana y decir que está siendo un demócrata de tomo y lomo. La democracia, señores, se escribe con estos moldes. ¿En esta película qué le queda por hacer a los ciudadanos? No votarle en las próximas y que se vaya a su casa y ejerza en ella de demócrata. Lo mismo le dice a la familia que las conversaciones durante la comida por escrito y con dos días de antelación, para prepararse bien las respuestas. Lo que no va a tener es a un secretario para que se las interprete y se las lea con voz cantarina. Sin acritud, pero no piensan ustedes que no deja de ser una “cacicada” y de las gordas el que se le prohíba a los ciudadanos tomar la palabra en un Pleno que se paga con sus impuestos. ¿Aún quedan caciques? Y dictadores.







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