El periodo vacacional cumple un doble objetivo. Por un lado, sirve para disfrutar de un merecido descanso después de los esfuerzos y las dedicaciones de un largo año, descanso que puede ser ocioso o activo, pero, por otra parte, tiene como consecuencia, en muchos casos buscada, el de un alejamiento de la rutina diaria que nos mantiene unidos al conocimiento de la realidad que nos rodea. En mi caso, estas dos semanas al margen de cualquier actualidad, ha tenido la virtud de que, en mi reincorporación, se haya producido un aluvión de noticias de enorme interés en muchos campos.
Por fin, el muy honorable expresidente de la Generalidad, Sr. Pujol, ha manifestado públicamente su situación “irregular” desde el punto de vista de la Hacienda Pública, en los últimos 34 años, habiendo dado lugar a la aparición de multitud de artículos periodísticos sobre el más que aparente enriquecimiento de todo el clan Pujol. Esto sí que es, de verdad, una casta.
En estos días, se ha informado sobre la última encuesta del CIS sobre la intención de voto en España, en donde los grandes partidos, PP, PSOE e IU, siguen perdiendo apoyo popular, así como el incremento de Podemos, convertida en estos momentos, en tercera fuerza política recogiendo de esta manera, en gran medida, el profundo descontento de amplias capas de la sociedad, de todas las edades, dejando de ser un partido “friki”, como fue definido por algún avispado asesor de partido, para convertirse en una seria advertencia para el bipartidismo en nuestro país.
A nivel provincial, la enésima noticia sobre El Algarrobico, legitimando la legalidad de la licencia de obra concedida en su momento para la construcción del hotel, es de una enorme trascendencia, política y social, pero cuyos efectos aún están por comprobar.
A nivel local, pero con alcance provincial, en mi opinión, lo más destacable ha sido el paso adelante dado por el empresariado de Almería, denunciando el enorme déficits de nuestras infraestructuras, así como el engaño sistemático de las instituciones públicas en los gobiernos respectivos de España y Andalucía.
El éxito de la convocatoria ha sido grande, pero lo hubiera sido aún más si se hubiera abierto a toda la sociedad almeriense que habría obligado a celebrar el acto central, no en el Teatro Cervantes, sino en el Estadio de los Juegos Mediterráneo. Es evidente que las actuaciones deben continuar, pero extendidas ya a toda la sociedad almeriense, beneficiaria o sufridora, al fin, de los alcances futuros.
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