Hasta los niños y niñas quieren cambiar a los políticos

Juan Torrijos
21:05 • 18 ago. 2014

No sé lo que les habrá entrado por el cuerpo a nuestros políticos, pero ha debido ser muy duro para ellos el comprobar que hasta los niños (benditos ellos) quieren que se vayan a sus casas y vengan otros. ¡Hasta los niños quieren que cambien los políticos! Nos han venido engañando durante un tiempo, pero al final hasta los más pequeños se han dado cuenta de la catadura moral de nuestros políticos y quieren que se vayan. No hay delito en el código penal que no hayan cometido, pero ahí siguen, amparándose los unos a los otros; y cuando nosotros los adultos no somos capaces de decirlo alto y claro, aparecen los chavales de entre seis y catorce años y dicen que tras la preocupación del paro como primer plato del menú, el segundo es el de los políticos y que deberían ser cambiados por otros. Así de claro, señoras señores: La mayoría de los encuestados han manifestado su deseo de que cambien los políticos que mal dirigen nuestros destinos.


Los críos demuestran mayor valentía y conocimiento que muchos de los que nos creemos sesudos adultos. Son los niños los que le están diciendo a Luis Rogelio Rodríguez-Comendador y cía que ya es hora de que se vayan a sus casas. Hala, hala, a casita. Y cuanto antes mejor. Son esos mismos chavales los que le están diciendo a Sánchez Teruel y cía que ya está bien de tomadura de pelo y que cojan las de Villadiego. Críos y Crías que les dicen a Rafael Hernando, Mar Agüero, Gabriel Amat, Juan José Matarí, Juan Carlos Pérez Navas, Adela Segura y a Consuelo Rumí que debían estar jubilados de la política desde hace años. 


No nos olvidamos del incombustible Rafael Esteban, también a casa.  Tras dos legislaturas debían ustedes volver a sus trabajos y demostrar a la opinión pública (los que con sus votos los mantienen en el gran momio de la política) lo buenos que son en sus profesiones particulares. Los críos se han dado cuenta y les piden un cambio de cromos, están cansados de sus caras, caritas o carotas. Y como a ellos aún no los tienen ustedes en sus nóminas o conchaveos políticos, se atreven a decirles lo que no pueden o no quieren sus padres por miedo a las represalias: ¡Que se vayan de una puñetera vez, coño! Que llevan más de veinte años viviendo del morro, del morro que le han echado a la vida. También de alguna puñalada dada dentro de su partido a algún compañero.







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