No extinguido aún el ruido de los cacharricos y sin conciencia plena del año duro que nos espera, bueno será echarle una mirada oblicua a nuestras diversiones patronales. El alcalde dijo que la de Almería era la mejor feria del mundo. Una hipérbole sobredimensionada que preanuncia la llegada de las elecciones. La imagen icónica más fiel es la del niño rodeado de sus juguetes pero llorando porque se acerca la vuelta al cole. La Feria se sostiene sobre un principio básico y es que unos compran y otros venden. Y todo ello bajo el principio de la publicidad, invento del capitalismo para anteponer la oferta a la demanda. Antes las ferias eran agrícolas y ganaderas. Hoy, en cambio, van perdiendo su carácter agropecuario a cambio de ofertas más sutiles. Por ejemplo la chica guapa que anda en estado de merecer no crean que solo va a ver cacharricos. Tampoco el político husmea la Feria para un partido de fútbol chapa. Busca entre cervezones a sus correligionarios mientras pregunta cómo va lo suyo. Quizá los niños se diviertan sin doble sentido, pero ay cuántas lagrimas les cuesta a los pobres. En casi todas las entrevistas leo que la primera pregunta del periodista es ésta: “¿Qué recuerda de la Feria de su niñez? La Feria es un monumento al pasado. El concejal del PSOE se queja de que perdemos la ocasión magnífica de introducir algo nuevo. Al partido conservador esto le produce risa. Sobre el esquema, ya conocido, de procesión, toros, deportes y flamenco se han permitido este año rescatar aún más cosas antiguas como las refajonas, el homenaje a la tercera edad, las gastronomía de la abuela, el recuerdo abstracto a las amas e casa como en el franquismo, etcétera. Para que todo no sean antiguallas se abre una puerta a la movilidad social de los pregoneros. Antes solían ser los grandes oligarcas quienes iban al balcón del Ayuntamiento a pregonar la feria. Hoy, en cambio, son los cantantes y los entrenadores de fútbol. Claro, lo primero que dicen éstos en sus discursos de salutación es que no son políticos. Ni falta que hace. Para eso no se les llama, evidentemente. Lo que busca el Partido Popular es exprimir el carácter popular de los pregoneros por si les diera votos. Como escribe Javier Adolfo Iglesias, “ al futuro se le llama pero la Feria no responde”. ¿ Qué quieren que responda, si son el pasado vestido con bata lunares? Para que luego digan que Sevilla nos coloniza.
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