Pocas cosas resultan tan exigentes y agotadoras como el ser un buen progre. No me refiero al progresista de gastrobar o al veterano del cineclub de la facultad, sino al progre que se levanta y acuesta a diario pensando en el modo de evidenciar ante el resto de la sociedad su compromiso con la sostenibilidad de su propia fama de progre. Y eso debe ser muy fatigoso, porque te hace estar veinticuatro horas al día en modo radar para detectar cualquier amenaza o vulneración de los códigos políticamente correctos que se imparten en la sede, en las editoriales de la prensa políticamente correcta o en las televisiones marchosas que acunó Zapatero entre conjunciones galácticas y negaciones de la crisis. Poco importa al progre que sus manifestaciones vayan en contra de la memoria colectiva, de las hemerotecas o del sentido común: cuanto más se haga ver la postura del progre, más satisfecho se acostará esa noche. Y así de contentas y contentos andan estos días en el PSOE andaluz, que ya han dejado claro que está fuertemente en contra de eventuales prospecciones petrolíferas en el Mar de Alborán. Gracias a los progres españoles, el nuestro es el único país del mundo en el que la expresión “encontrar petróleo” es sinónimo de calamidad y padecimiento. Todavía no se sabe si hay o no hidrocarburos en aguas almerienses, pero por si acaso ya han dicho desde Sevilla que ellas y ellos no quieren sondeos. Y las explicaciones son, ya digo, propias del manual del buen progre que siempre está exigiendo a los demás logros (por ejemplo creación de empleo) que ellas y ellos tratarán de impedir guitarra en mano. Eso sí; uno entendería que la oposición a los sondeos viniera por vía sindical, para evitar que las exploraciones espanten los bancos de crustáceos de la zona y eso acabe poniendo en riesgo las mariscadas de trabajo. Pero para esto no han abierto boca.
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