El pasado viernes la presidente de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, protagonizó el acto de inauguración de una placa conmemorativa en aras de la igualdad y contra la violencia de género en las dependencias de la Universidad de Almería. Los periodistas asistentes cubrieron el acto con el suficiente criterio profesional para recabar documentos gráficos y sonoros del evento. Una vez satisfecha la labor de cobertura, la presidente se aprestó a responder a las preguntas de los redactores que interpelaron sobre temas de actualidad, algunos delicados e incómodos, y que Díaz iba respondiendo sin atisbo alguno de renuencia.
El rector de la UAL, Pedro Molina, visiblemente airado, estalla interrumpiendo el trabajo de los periodistas para recordar el “sacrosanto” motivo del encuentro, y pide que se limiten las preguntas a tal efecto y “dejen para otro momento las preguntas de naturaleza política”. Ante la iracunda irrupción, presenciada por Susana Díaz con visible contrariedad y moderado gesto de desaprobación, los periodistas reorientan la sagacidad hacia terrenos menos escabrosos.
La indudable influencia sectaria residente en los más altos órganos de gobierno de la UAL propicia estos deleznables brotes de servilismo que se tornan en desmedida bizarría inherente a la preservación de privilegios, incluido el de “magnífico” lacayo.
Será difícil conocer de primera mano el bochorno que abrumó a Susana Díaz. Quizá prime la conmiseración hacia un exaltado de probada mediocridad que defiende con exhibido denuedo los flancos del poder que le aclimata. Recuérdese que en el cortijo quién avisa y defiende no es el señorito, es el perro; más valioso cuán más intrépido.
Es de lamentar que, tras la briosa admonición, se aceptase por los periodistas la reconducción, modulación y melifluidad de las preguntas. Sin embargo, he de reconocer que un plante o desaire podría tener efectos desagradables tras una llamada a capítulo sobre las generosas “contribuciones” de la UAL con distintos medios de comunicación. Pero, sea como fuere, alguien ha de reaccionar.
Las reiteradas reivindicaciones de periodismo libre e independiente han sido, entre otras, consecuencia de imposiciones tan extendidas como las ruedas de prensa convocadas sin posibilidad de preguntas, y “eso no toca”, “no es el mejor momento”, etc. una rutina consentida y consolidada en España. No obstante, hay que esperar un viaje al extranjero para que dignatarios nacionales se prodiguen en declaraciones epigramáticas y no atenidas a guión (Felipe en China, Aznar en Texas y Azores, Rajoy en plasma).
“En la Luz está la Sabiduría”. La misma luz que cegó una tenebrosa actuación sectaria que nubla los preceptos de libertad, apertura, pluralidad y tolerancia.
El otrora adalid de la libertad para sindicalistas mochileros y okupas del Campus -degollaciones de corderos incluidas- se torna en fanático del culto y protección al líder aduciendo advocaciones y argumentos sublimados para desviar lo mundano de lo que entiende como “sagrado”.
El modelo de “democracia ilustrada” que surten algunas universidades lo vemos en la “Generación Coleta”, una extracción de la perniciosa endogamia alimentada por sectarismo acomodado en una joven casta con idéntica caspa que se desmelena ante cualquier aviso o amenaza que turbe sus horizontes de caudillaje. Y, aunque Pedro Molina no tiene coleta, así, homologa el “pelaje”.
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