En los ochenta, un grupo de música electrónica llamado Aviador Dro consiguió que todos creyésemos que la televisión era nutritiva. Desde entonces, este país no ha hecho otra cosa que alimentarse de peculiares personajes que han ido apareciendo por la pantalla como si fuesen de nuestra propia familia. Y ahí los tenemos, sentados al sofá con nosotros, lo queramos o no, haciendo vida en nuestro salón como si tal cosa.
Con ellos hemos engordado unas veces y otras nos hemos puesto a dieta. Dependiendo de quién te aparece por la pantalla de plasma te da por comer o por ayunar. Algo así, me imagino, debió de pasarles a muchos televidentes al escuchar las primeras palabras que Luis Bárcenas, el extesorero más famoso del mundo entero, pronunció nada más salir de prisión a la hora de la cena. “Yo no tengo ningún mensaje para Mariano Rajoy: eso sí, he hecho caso a su consejo, y le doy las gracias: Luis ha sido fuerte de verdad”, dijo Bárcenas. No creo que me equivoque mucho si digo que a Rajoy le tuvo que dar la cena “esa persona por la que me pregunta” al cruzar las rejas de Soto del Real. Posiblemente, los antiácidos se agotarían en las farmacias del entorno de La Moncloa esa noche y al día siguiente, cuando sostuvo el extesorero que “Mariano Rajoy conocía la existencia de la contabilidad B desde el principio” y que quien se ha beneficiado de eso ha sido el partido, no él. Me temo que además de la cena, Bárcenas también le dio más de una comida al presidente.
Si le sirve de algo a Rajoy, yo tampoco he comido bien durante estos días. Se me han quitado las ganas al escuchar a Bárcenas y recordar lo que hemos leído sobre la presunta financiación ilegal del PP, los sobres, los sobresueldos y todo aquello con lo que hemos desayunado, almorzado y cenado durante meses sin posibilidad de hacer la digestión hasta que alguien se digne a darnos una explicación o, pongamos por caso, una dimisión.
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