La caquita de los chuchos 

Diego Cervantes
01:00 • 15 may. 2015

He escuchado por la radio a nuestro alcalde y senador  decir  que lo que más preocupa a los almerienses con los que habla en la calle,  es la caca de los perros en las aceras. “Estan muy cabreados…” dice D. Luis,  con esa ira forzada, mezcla del cansancio por una campaña trabajosa y del “pronto” que de vez en cuando aparenta para demostrar que le importan las cosas de su ciudad. Desde que he oído este aserto, vengo preocupándome seriamente.


Esta misma mañana salía de casa y encontré a mi vecino del séptimo que hace días fue despedido de su trabajo en una pequeña empresa almeriense. Ambos en  el ascensor, con su cara triste y mi aspecto agobiado por la hora, me preguntaba si me había jubilado. Afirmaba que era necesaria la jubilación para dejar libre puestos laborales. Le contesté que una nueva Ley Laboral iba a ampliar la edad. Mientras él se dirigía a la oficina de empleo a encontrar algo, yo iba al trabajo un poco avergonzado por sentirme privilegiado. Me comentó además, que no se creía eso que dice Rajoy que las cosas van a mejor, en cualquier caso me decía, “mientras esto se arregla me voy a quedar sin ahorros para pagar la hipoteca del piso… y ¡a donde voy yo con mi familia! ”.  No era el momento de comentar la caradura del vecino del octavo, que toda la comunidad sabe cómo deja cagar libremente a su chucho en la acera,  sin recoger la majada. Así que no pude colaborar en la causa.


Camino del trabajo, entré en el cajero de mi oficina bancaria,  era temprano y aún no habían abierto. Dentro del pequeño recinto dormían un hombre y una mujer, tapados con cartones. A la vera de ambos, un carro de la compra lleno de una muda de ropa vieja y un cartón de vino. También un perro mal cuidado que velaba sus sueños me miraba atento y compasivo. Me volví a acordar del alcalde y pensé en el problema de la caquita de este animal ¿serán estos perritos los que inquietan al regidor? Acordé sugerirle repartiera guantes de plástico a  indigentes con perro. 




Entrando en la Universidad, encontré una manifestación de becarios con pancartas, me explicaron su situación laboral de cinco años de trabajo sin expectativas, la mayoría sin sueldo, y los menos, con un salario de miseria que encogía por recortes en la investigación. Con una preparación excelente, no veían su futuro en este país y muchos a la espera  de trasladarse al extranjero a buscarse la vida. Obsesionado por las afirmaciones de D. Luis pensé que al menos estos jóvenes no mancharían la ciudad con las caquitas de sus perros.


A la salida del trabajo, me encontré con una vieja amiga llamada Cuquita, caminando con su perrita por el Paseo. Lucía un bello vestido de Roberto Verino y  al can le abrigaba un chalequito morado. Me contó que su marido, registrador de la propiedad,  estaba muy enfadado porque Rajoy les había mentido  al prometerles privatizar sus despachos y que por eso iba a votar a Ciudadanos. No obstante me decía,  “ a las municipales votaremos a Luis Rogelio…” , “ hasta va a analizar el ADN de las cacas de los perros “ y continuaba… “así,  la chusma maleducada aprenderá…” .  Cuquita me desveló con qué clase social habla nuestro alcalde y a quien responde. Por eso, si vuelven a ganar, les sugeriré a los becarios que pongan un chiringuito: “Por cinco euros, se analiza el ADN de cagadas de su mascota”. 






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