Perdió lo que no era suyo  

Rafael Torres
01:00 • 26 may. 2015

Salvo Floriano, todo el mundo ve que el Partido Popular lo ha perdido todo. Lo tenía todo, el poder absoluto en todas partes, la escalofriante facultad de gobernar a golpe de decreto, el control de la instituciones, la llave de la caja fuerte comunal y las redes clientelares, pero le faltaba algo, sólo una cosa, la que, a la postre, ha resultado decisiva para su debacle: la circunstancia de que los españoles ni son estúpidos ni masoquistas, por mucho que se olviden de ello algunas veces. El PP lo ha perdido todo porque lo tenía todo, y no era suyo.


Contemplado en conjunto, el mapa de los resultados electorales expresa la sed de democracia que la gente tenía. Y quien dice democracia dice decencia, justicia, pluralidad, respeto, seguridad jurídica, libertad, honradez, prosperidad, igualdad, ilusión, amparo institucional y todo cuanto el Partido Popular ha laminado con sus mayorías absolutísimas en éstos años de sequía insoportable. La fragmentación del voto, que los agoreros señalan como el seguro anuncio del Apocalípsis, no representa sino el gusto por la democracia y del mejor uso que se puede hacer de ella, que es el de alejarla de las mayorías absolutas, despóticas, autoritarias, y atraerla hacia el acuerdo, el consenso y el diálogo.


De aquí a la generales de noviembre, en la que el Partido Popular perderá probablemente lo último que le queda, el gobierno central, los españoles van a poder ir ensayando lo que el turnismo bipartidista, y no digamos las mayorías absolutas, siempre les negaron: entenderse hablando. Sólo hace falta, para que no se malogre el prometedor mañana, que los partidos, los viejos y los nuevos, particularmente éstos últimos por estar más exigidos, brillen a la altura de quienes les han votado, y no se pierdan en sectarismos y en mezquindades. 




La voluntad mayoritaria de restaurar lo destruido en éstos años e ir un poco más allá: tal ha sido el resultado de las elecciones.






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