Ahora que todo el mundo asegura estar hablando sobre los diferentes proyectos de ciudad y se almonedan programas de gobierno ora acoplables, ora incompatibles, me gustaría decir algo muy sencillo y que no parece llamar la atención de nadie. Si para algo está sirviendo esta quincena escénica de ensamblaje y recauchutado es para delimitar (también con una “delgada línea roja”, como emplean a destajo un montón de presuntos progresistas desconocedores del origen victoriano y militar del término) los terrenos en los que se han movido los actores de este singular reparto.
Decía Churchill que uno de los problemas de nuestra época consiste en que las personas no quieren ser útiles sino importantes. Tres meses ha costado a Susana Díaz y al PSOE confitar un acuerdo de investidura para la presidencia de la Junta de Andalucía, finalmente con Ciudadanos, que viene a confirmar que hay viajes para los que no son necesarias las alforjas cargadas de palabrería y grandes titulares. Tres meses de especulación, cháchara y parálisis que han servido para dos cosas: la primera para confirmar que las aptitudes de la señora Díaz como estratega política son similares a las del dietista de Falete. Y la segunda es la acreditación del nivel “Compresa con Alas” que ha alcanzado el ejecutivo socialista en la Junta: ni se nota, ni se mueve, ni traspasa. Tres meses sin gobierno y nadie lo ha notado. Es más: al estar contenidos por las incertidumbres del cargo, muchos delegados se han limitado a ponerse de perfil y a dejar pasar el tiempo a la espera de la llamada confirmadora que, quizás, esté empezando a producirse ahora. Y eso ha supuesto que en muchos casos la Junta haya dejado de ser, por unas semanas, ese incordio que no cesa. Pero me temo que esa tregua está terminando porque con la colaboración de los que venían a cambiar todo, nada cambiará en Andalucía. Enhorabuena a los premiados.
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