Al retirar a su hermana Cristina el título de duquesa de Palma, el rey Felipe VI rubrica un gesto cargado de simbolismo que desvela su preocupación por la deteriorada imagen de la Monarquía.
Las noticias nacidas de la tramitación en un juzgado de Palma de Mallorca del sumario del "caso Nóos" han sido durante meses y meses la gota de ácido que ha ido mellando la fama de la institución. Su padre, el Rey Juan Carlos I, no se atrevió. Nunca dio el paso y eso que, a la postre, más allá del deterioro físico que arrastraba y del descenso vertiginoso de popularidad fruto de sus aventuras cinegéticas por tierras africanas, el eco del escándalo que acompaña la causa judicial abierta contra la Infanta y su marido Iñaki Urdangarín también pesó a la hora de abdicar.
El título que otorga un rey puede ser revocado por otro y eso es lo que ha hecho Felipe VI, revocar una decisión de su padre. Pero una cosa es el ducado y otra la condición de Infanta y sus derechos dinásticos.
La retirada de título (duquesa de Palma) en nada afecta a la titularidad de los derechos dinásticos de la Infanta Cristina de Borbón: seguirá siendo Infanta, por haber nacido hija de rey. Y esa distinción, de la que no puede ser despojada, la acompañará de por vida. A lo que sí podría renunciar es a sus derechos dinásticos (ocupa la sexta plaza
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