Los periodistas españoles José Manuel López, Angel Sastre y Antonio Pampliega podrían haber sido secuestrados por alguna de las hordas que con su barbarie devastan la parte del mundo donde nació la civilización. Nada se sabe de ellos. Nada, salvo que estaban haciendo su trabajo cuando desaparecieron, un trabajo tan arriesgado, necesario y penoso como detestable para los asesinos de todo, particularmente de la verdad. El trabajo de los jóvenes López, Sastre y Pampliega es el periodismo en su modalidad más valiente y pura, el periodismo "freelance".
Se podría, para no insistir mucho en el anglicismo, decir independiente, autónomo, libre, en vez de "freelance". Da igual en qué idioma se diga si lo que se entiende es lo que es, la esencia del verdadero periodismo, sólo sujeto al servicio de los demás mediante la comunicación veraz de lo que ocurre, al conocimiento del oficio, a la conciencia y a la vocación. Por eso, y porque se meten donde nadie se mete, y van a donde nadie va, y lo hacen desamparados y a pelo, "libres como un pájaro y firmes como un equilibrista" que diría Henry Miller, y porque cuentan exactamente lo que ven, que es exactamente lo que los diferentes depredadores del mundo no quieren que se vea ni se cuente, por eso, digo, caen como chinches.
¿Qué se sabría del genocidio, de los genocidios, de Siria e Irak, si no fuera por esos chicos que reciben un pobre estipendio, cuando lo reciben, a cambio de jugarse la vida? A tanto la pieza que logran enviar a los medios que se la solicitan mientras los barriles explosivos llueven a su alrededor, por muy poco dinero y ningún respaldo empresarial ni institucional, éstas criaturas dan una lección al mundo que, tantas veces, se complace en su sordera. López, Sastre y Pampliega, periodistas españoles, son "freelance". Dios los guarde y los proteja para su ventura y la nuestra.
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