Entre el periodismo de investigación y la novela policíaca estaría el llamado periodismo de verificación. Se define así porque ya no es bastante que escudriñemos la verdad sino que hace falta probarla. Todos los días y a todas horas salen los políticos o alguno de sus gregarios a los medios afirmando cosas que nadie ha podido demostrar. Conceptos, cantidades, avances sociales, éxitos gubernamentales del partido que está en el poder aparecen en los titulares de los programas televisivos y radiofónicos. La gente se lo traga por varias razones: primero porque no dispone de medios para contrastar lo que le están diciendo y segundo porque los públicos ya parten de la idea de que el mensajero tiene que ganarse la mamandurria de algún modo. Gracias a la nuevas tecnologías cada vez es más fácil pillar al político en calzoncillos. El programa de la sexta que lleva por título ‘El Objetivo’ tiene ya una buena colección de réplicas que avergonzarían a cualquiera si la verdad preocupara a nuestra sociedad. Hay quien piensa que todos vamos a lo mismo, a ganar el pienso sin pensar demasiado, y por eso en las tertulias cada cual dice tranquilamente su parrafazo y a vivir que son dos días. Pero alguna vez tenían que aparecer los argumentos probatorios sellando lo que defendemos con un sonoro “ falso” en letras rojas. Durante el franquismo, en algunos ayuntamientos de provincia paseaban a los chorizos poniéndoles un cartel entre pedcho y espalda donde se podía leer: soy un ladrón. Algo semejante tendrían que hace con las frases de nuestros altos dirigentes. Así se evitarían frustraciones como la de los empresarios almerienses que ahora piden dinero para el AVE después de haberles prometido que lo tendríamos funcionando en el año 2oo5. Probablemente los medios de comunicación tenemos también alguna culpa. No pocas veces hemos dado credibilidad a cualquier mindundi que se sienta delante de un micrófono y nos suelta el rollo de la ejecutiva como si ésta fuera la Verdad divina. A fuerza de experiencias vamos aprendiendo, qué se le va hacer. Cuesta admitir que todos los políticos son unos mentirosos. Al fin y a la postre, los necesitamos. Pero son tantas las desilusiones que no está nada mal atarles en corto y verificar lo que dicen.
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