Durante la reciente campaña electoral de las municipales, recuerdo que en el acto de cierre de la misma, explicaba a los asistentes que llenaban el Teatro Cervantes que ser alcalde, en muchas ocasiones, era tener que decir que no. Pretender agradar siempre a todo el mundo, decir a la gente lo que ésta quiere oír llevado del comprensible deseo de contentar es, a la larga, el preludio de graves problemas. Y mal alcalde sería si, llevado del permanente deseo de caer bien y recibir halagos accediera a propuestas de otros grupos políticos que nacen del desconocimiento, el oportunismo o la irresponsabilidad.
Lo diré una vez más: el Ayuntamiento de Almería no puede dedicarse a hacer las obras que le corresponden competencialmente a la Junta de Andalucía cuando ésta, como lamentablemente pasa y ha pasado en tantas ocasiones, retrasa, incumple u olvida sus compromisos con los almerienses.
Lo dije en el último Pleno que celebró la Corporación Municipal y lo vuelvo a repetir: si al final va a tener que ser el Consistorio quien haga las obras que le corresponden a la Junta y que tiene comprometidas, ¿para qué sirve la Junta de Andalucía? Yo entiendo que si eso es así, además de ser una administración que no tendría ningún sentido para esta ciudad, terminaríamos por arruinar un Ayuntamiento que a día de hoy y gracias a la gestión del Partido Popular es solvente, paga lo que debe a sus proveedores, cumple puntualmente con todos sus funcionarios y presta a los almerienses con garantía y eficacia los servicios que le corresponden.
Sepamos a lo que estamos jugando y no exprimamos más a la única vaca que ahora mismo da leche. Si nos instalamos en la sinrazón, en el “todo es posible” y no somos conscientes de hasta dónde podemos llegar realmente, podría darse el caso de que la ineficacia de unos y la irresponsabilidad de otros acaben llevando a este Ayuntamiento a la bancarrota y a la ruina.
Y créanme; yo no lo voy a permitir. No estoy dispuesto a arriesgar la estabilidad económica del Ayuntamiento de Almería para seguir tapando las vergüenzas de la Junta de Andalucía, que es una administración que ha acreditado con el paso del tiempo su permanente falta de voluntad con Almería y los almerienses.
Y es que por esa misma regla de tres, el Ayuntamiento acabaría haciendo no ya la Casa del Mar, sino incluso el prometido Hospital Materno-Infantil o rehabilitando el Cable Inglés. A los almerienses ya no nos vale que los consejeros y los delegados de la Junta insistan en que tal o cual obra olvidada es prioritaria cuando no la tienen ni tan siquiera presupuestada.
Ya no es tiempo de palabras, sino de acciones concretas.
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