Es natural que los ataques terroristas produzcan miedo, mucho miedo, pero no lo es tanto que algunos políticos y algunos medios rivalicen en multiplicarlo. Bastante miedo da ya que unos locos homicidas (tan locos que su locura prevalece sobre su propio instinto de conservación y supervivencia) anden por las calles matando indiscriminadamente, como para que, encima, el atroz suceso se convierta, porque así lo estamos convirtiendo, en el eje y en la esencia de la realidad, cuando es ésta, la rica y variopinta realidad, o, cuando menos, la realidad de la que disfrutamos en los países democráticos y garantistas, lo único que puede triunfar sobre los latigazos del terror.
El miedo. Conocido y antiguo como el mundo es su uso para inmovilizar y someter a la gente, para despojarla de la capacidad de reacción y hasta de discernimiento. Pero hay quien lo usa conscientemente con ese propósito, los terroristas que andan entenebreciendo París sin ir más lejos, y quien, por la ligereza y la ignorancia con que tratan las causas que lo generan, contribuyen, sin quererlo, a cargar la atmósfera de psicosis y paranoia. Valls, el primer ministro francés, parece pertenecer a ese género de políticos, anunciando la más que segura inminencia de más terribles atentados, y un buen porcentaje de contertulios y opinadores de esos que lo mismo valen para un roto que para un descosido, no valiendo en puridad ni para lo uno ni para lo otro, a ese género de comunicadores frívolos y sin conocimientos que, por su torpeza, alimentan el miedo. A uno de ellos, que antes se dedicaba al cotilleo y a la maledicencia en lo que se conoce como "prensa rosa", le he oído decir en la televisión que los conductores de los autobuses de París son todos yihadistas.
Con semejante atracón de miedo, engordado por esos políticos y esos charlatanes, la ciudadanía puede llegar a creerse, por ejemplo, que sólo con bombas se acaba con las bombas. Los políticos deben, sin más, proteger a las personas con los medios de que disponen e instruirlas en lo tocante a la autoprotección, y los comunicadores informar, exponer ideas previamente pensadas y excitar con ello al debate social. ¿O no? Porque cuanto rebasa eso no añade, como se va viendo, sino un plus insoportable, paralizador, de miedo.
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