A propósito de la Fiesta de los Reyes Magos

Alfonso Rubí
01:00 • 07 ene. 2016

Mientras soportaba las sandeces histriónicas que se han dicho y hecho sobre los Reyes Magos, he leído con gran interés un magnífico trabajo de Pedro Tena en el que recoge los versos siguientes, que no son de ninguno de los poetas de la generación del 27 como pudiera parecer, sino del grandísimo Miguel de Unamuno, bilbaíno, español y cristiano “agónico” y librepensador:


Melchor, Gaspar, Baltasar;
tres magos, Baltasar negro;
noche negra, van los magos;
y el negro mirando al cielo:
de las estrellas se ríe,
y la blanca luna, espejo
se le ríe, se le ríe,
y el Niño al ver mago negro
se echa a reír y su risa
mece al pesebre del Cielo


Los escribió el 5 de enero de 1931, poco antes de que se proclamara la II República. Un año después, el 6 de enero de 1932, ya en pleno régimen republicano, escribió un artículo en El Sol que tituló “Día de magos, día de reyes” en el que decía:
“La festividad tradicional del día de magos, de la Epifanía de la palabra redentora, es la festividad del poder mágico, milagroso, de la palabra, de la aparición del verbo. Y si no, no hay más que observar el poderío mágico, hechiceril, que muchos atribuyen al nombre de República, nombre de ensalmo y encantamiento, y todo el fetichismo que de esta atribución mística y mítica deriva”
Y seguía:
“Quisiera que ese poder mágico, de conjuro, ensalmo y encantamiento, de hechicería patria, se atribuyese, no al nombre de república ni al de monarquía, que son comunes, sino al santo nombre de España, que es propio. Porque ha habido y aún hay muchos reyes y muchas repúblicas, pero no ha habido ni hay más que una sola España”
Hoy, estas palabras de don Miguel aunque algunos las tacharían de fascistas, resultan plenamente actuales. No hace falta siquiera cambiar los nombres de los regímenes políticos por el de democracia.
No son esas dos ocasiones las únicas en las que Unamuno se refirió a esta fiesta, de la que le fascinaba mucho más su carácter mágico que monárquico. La última fue el 6 de enero de 1935, año y medio antes de que estallase nuestra guerra incivil (que está siendo ahora desenterrada y removida al conjuro de la Memoria Histórica), y dos años antes de su fallecimiento. Ese día escribió un Pregón de la Epifanía por encargo de don Niceto Alcalá Zamora, a la sazón presidente de la II República. En ese pregón pidió perdón a todos los niños españoles por “nuestros malditos juegos de guerra civil” 
Por la orientación y el contenido del pregón y por esa frase en particular, esta alocución es considerada premonitoria y profética sobre adónde nos iban a conducir las actitudes arrogantes del sectarismo, la mediocridad, la ignorancia y la corrupción ética y política. ¡Pobre España, invertebrada, maniquea, irreductible y pendular!







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