Sin palabras. A veces me quedo sin palabras. Me indigno y me invade una gran tristeza cuando leo noticias que reflejan la gran maldad que pueden albergar algunas personas, su crueldad y su sadismo. Y digo leo porque soy incapaz de ver las imágenes que difundieron a través del WhatsApp.
En el video se les ve como acaban con la vida de 72 lechones en una granja de explotación porcina de pueblo almeriense de Huércal Overa. 18 de ellos murieron aplastados y el resto a consecuencia de quedar gravemente heridos.
Los animalitos se encontraban en un pasillo sin salida, acorralados, sin posibilidad de escapar ya que les cerraron el acceso de entrada y de salida. Acababan de ser destetados e iban a la zona de recría. Mientras uno grababa el otro saltaba reiteradamente, con todo su peso, sobre los lechones. Satisfechos y orgullosos de su gran proeza dieron difusión del video en las redes sociales.
Estos sádicos tienen 19 y 22 años y todos deberíamos de saber quiénes son. La Ley de maltrato animal se les tiene que aplicar rigurosamente porque ya la violencia animal está relacionada con la violencia a las personas. Como dice Esther Esquembre, concejala de Villena, “hacen falta valores bioéticos que otorgan al individuo una consideración moral y ética, independientemente de su especie”.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura), en un estudio sobre maltrato animal, dice que “los primeros estudios que correlacionan el maltrato animal con potenciales conductas problemáticas datan de 1961 y con la violencia en sus diferentes expresiones: género, hacia las personas dependientes, en la escuela, en entornos públicos, etc. Ejemplo de ello es presenciar o perpetrar maltrato animal en la infancia, pudiendo desembocar en patologías sociales en la edad adulta, maltrato hacia las personas en edad infantil, etc.”
La Declaración Universal de los Derechos de los Animales, vigente desde 1978, es poco eficiente y en España es una de nuestras asignaturas pendientes: en las 160.000 fiestas populares se maltratan más de 60.000 animales, a lo que hay que añadir los animales en explotaciones intensivas, la persecución sin piedad de especies autóctonas, como el lobo, o la destrucción y presión que ejercemos en sus hábitats naturales.
Algunas comunidades, como Cataluña, ya prohíbe la exhibición de animales en escaparates; y numerosos municipios, como en Córdoba, empiezan erradicar los espectáculos con animales, prohibiendo su presencia en circos o cabalgatas, festejos taurinos, etc.
La humanidad tiene que entender que los animales no son nuestros esclavos y tenemos que respetarlos. La ONU (Organización de las Naciones Unidas) asegura que las escenas crueles en la infancia afectan en nuestro desarrollo y Nuria Querol, psiquiatra y policía, que colabora con el FBI, dice que una de las cosas para prevenir crímenes contra personas es buscar a gente que tortura animales. Carmen Ibarlucea, de EQUOAnimales, resalta: “es un rasgo alarmante que debe de ponernos en alerta”. En Almería, lo hacen casos como el de la capital del “Burrito Capitán”, y el de Adra, en el que encontraron a un perro atado de pies y manos apuñalado por la nuca.
Concha López, catedrática en Ciencias Naturales, en su novela “Beatriz y la loba” nos muestra una concepción ecológica de la vida, en el que ningún ser vivo está de más y por ello debe de ser respetado y no sometido a dominación. Gandhi dijo “un país, una civilización, se puede juzgar por la manera en que trata a sus animales”.
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