Una mañana de entre el 10 y el 13 de julio, Antonio Cara, un pastor de San Agustín (El Ejido) recibió una visita de dos supuestos agricultores en busca de inmigrantes 'sin papeles' “que les ayudasen a recoger sandía del invernadero”. Al entrar, Antonio les explicó que ellos –su familia- son pastores de ovejas, y que los chicos que allí vivían tenían contrato en los invernaderos en los que trabajan y se alojaban con él por voluntad propia: no pagaban alquiler, luz ni agua en la vivienda y, además, muchas veces comían gratis.
Sin embargo, dos semanas después de aquella conversación que se extendió durante poco más de diez minutos, Antonio apareció durante un programa de televisión audiencia nacional como el “capataz” de unos invernaderos donde se fomentaba el maltrato laboral.
Los 'agricultores' eran en realidad periodistas de 'Investigación AR', un programa de televisión de Telecinco. La intención de los reporteros era la toma de imágenes sobre la situación de precariedad laboral de los inmigrantes ilegales, generalmente procedentes del África subsahariana, que supuestamente sufren en las explotaciones agrícolas durante toda la campaña de producción, especialmente en las zonas del Poniente y el Levante almeriense.
Al enterarse, la indignación de la familia Cara fue mayúscula. “Nos dijeron los vecinos del pueblo que habíamos salido en la televisión “, cuenta Ana, la hija de Antonio, que no podía contener la rabia que sentía al ver a su padre en un programa de audiencia nacional. “Aquí todo el mundo nos conoce, saben que lo que dicen en el reportaje no es la verdad”.
Una historia, la del reportaje, que habla sobre intimidación y explotación laboral. Pero, a juzgar por la opinión de los cuatro personas que viven junto a la familia, todas ellas procedentes de Gambia, este no es el trato que reciben en la parcela de Antonio.
“Es como un padre para nosotros. Cuando me falta algo, Antonio me lo da” dice Idrisa, el chico que más tiempo lleva viviendo con la familia Cara: 14 años. Mamadou, que vive en la parcela desde 2014, afirma que ellos están asegurados, y que están allí “porque nos dejan vivir y usar luz y agua”. Dos de ellos tienen el día libre, y aprovechan para ver la televisión y escuchar música a través del teléfono móvil.
Idrisa cobra 36 euros al día en una finca, aunque no especifica las horas que trabaja durante cada jornada. Fuentes de los sindicatos agrícolas aseguran que “la media mensual de estos trabajadores está entre los 800 y los 1000 euros”. Una cantidad que en su mayoría destinan a sus países de origen, donde mantienen a familias enteras con los ingresos que reciben.
La familia Cara, mientras tanto, les da cobijo con sus escasos recursos y les ayudan de forma altruista como pueden; por el momento, arreglando el techo de los cobertizos y aplicando repello a las paredes. No parece una escena de maltrato laboral.
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