La inteligencia aplicada a nuestra cadena hortofrutícola

Durante el proceso que va desde que una fruta o una hortaliza se introduce en el cultivo en forma de plántula hasta que llega al plato del consumidor convertido en un bien de consumo, se generan datos a todos los niveles de la cadena.

Datos que, tras ser procesados y sistematizados, aportan una información muy útil para optimizar los procesos productivos, permitiendo reducir costes y gastos en recursos, pero también aumentar los niveles de producción e incluso mejorar la calidad del producto que se comercializa.

Los datos pueden ayudar desde la optimización de la cantidad de agua y nutrientes que recibe la planta hasta monitorizar en todo momento el estado de los productos cuando son transportados hasta su lugar de destino, permitiendo, por ejemplo, mantener una temperatura estable y, en el caso de que se produce algún problema, saber dónde y por qué ha tenido lugar. 

Utilidad
La utilidad de cada uno de estos datos varía según el tipo de usuarios que pueden beneficiarse de esta información. Un agricultor no necesita los mismos datos que el gerente de una cooperativa o comercializadora hortofrutícola, así como los dispositivos utilizados para medir la temperatura de un camión de carga son diferentes a un sensor que recoja datos sobre la radiación solar o la humedad relativa que se encuentra en el interior de un invernadero. Los beneficios de la recogida y sistematización de estos datos ya arrojan resultados positivos entre algunos agricultores ‘aventajados’ en Almería, que han visto cómo se reduce el recibo del agua de su cultivo o la producción por hectárea aumenta sensiblemente.

Estas son solo algunas de las posibilidades que la inteligencia artificial plantea en la actividad agraria. Sin embargo, su aplicación hoy en día es residual, de ahí que se necesite generar un marco de conocimiento e incentivos para desarrollar la agricultura inteligente o ‘SmartAgro’ en la provincia de Almería.

Retos
Con las herramientas actuales basadas en tecnologías de la información, existen casos de éxito entre agricultores que han visto cómo han ahorrado costes en recursos como agua y nutrientes, además de mejorar sensiblemente su cosecha de todo un año. Entonces, ¿por qué aún su presencia en el campo es residual?

Existen varios factores que explican este hecho: en primer lugar, el alto coste de la tecnología. Existen dispositivos de tecnología baja o media que cuestan auténticas fortunas, pero también se acusa una falta de conocimiento sobre el mercado de sensores y dispositivos inteligentes. 

“Uno de los campos en los que estamos trabajando en el proyecto Internet of Food and Farm es el de crear un catálogo en el que se puedan encontrar productos de todo tipo a distintos precios. Automatizar el invernadero puede se rmucho más asequible de lo que la gente cree”, asegura Jorge Sánchez, investigador de la Universidad de Almería.

Disrupción  
El camino que se abre para la agricultura tras la llegada de las nuevas tecnologías  plantea nuevos escenarios que cambiarán de forma radical la forma de producir alimentos. Uno de estas disrupciones la aportará la generación de valor en base a los propios datos. Tal y como explica el director general de la empresa Hispatec, Jose Luis Estrella, “dentro de cinco años, una hectárea de invernadero donde se hayan tomado datos de forma continuada en las últimas campañas tendrá infinitamente más valor que una en la que no se hayan recodigo estas informaciones”. Esta idea es con la que tanto empresas tecnológicas como investigadores trabajan con el objetivo de acercar de forma progresiva el Internet de las Cosas a los usuarios finales: los agricultores, técnicos y empresarios de la agricultura almeriense.