La disponibilidad de las semillas y plantas está garantizada y no se esperan problemas de abastecimiento. Pero en el aire de las empresas del sector flotan algunas preocupaciones de cara al futuro. Una de ellas tiene que ver con los ensayos que se necesitan para registrar nuevas variedades y que han de llevar a cabo los centros oficiales de investigación, en este momento escasos de recursos a causa del confinamiento que exige el estado de alarma nacional. Como apunta José Antonio García de Tejada, director de operaciones de Euralis Semillas, “no se pueden detener los programas de mejora vegetal porque perderíamos un año en el desarrollo de nuevas variedades y eso afectaría directamente a los agricultores”.
También existe el temor a que el confinamiento restrinja el movimiento y la distribución de semillas y plantas, y que eso paralice o disminuya la investigación y condicione la producción futura. Este riesgo no afecta tanto a la experimentación y desarrollo de nuevas variedades en el territorio de la UE, como al intercambio con países extracomunitarios, indispensable para los procesos de investigación, y que actualmente se encuentra limitado a causa de los cierres fronterizos.
El movimiento internacional sin restricciones de semillas resulta fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y poder implementar nuevas variedades. Desde la Federación Internacional de Semillas (ISF) se advierte de que “cerrar las fronteras o incluso ralentizar el movimiento transfronterizo de semillas podría crear un problema significativo en la cadena de suministro”.
Marzo y abril son los meses más críticos para la siembra de cultivos de primavera (maíz, girasol, soja, canola, trigo de primavera y cebada, hortalizas de campo abierto, etc.) en el hemisferio norte y cultivos de otoño en el hemisferio sur. Hoy en día no hay ningún país que pueda proporcionar a los agricultores semillas únicamente de su propia producción. “Si los agricultores pierden esta ventana porque las semillas no se entregan a los campos a tiempo, el resultado podría ser una grave escasez de alimentos y piensos en la segunda parte del año. Esta es una situación que no podemos permitirnos en estos tiempos ya volátiles”, apunta Eduard Fito, presidente de ISF, quien recuerda que “es necesario que los gobiernos faciliten el movimiento internacional de semillas y que no impongan medidas restrictivas”.
Una tercera amenaza tiene que ver con los certificados necesarios para la exportación, que dependen de los análisis previos que ha de realizar el Instituto Nacional de Investigación de Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), y que resultan preceptivos. “Muchas autoridades están operando con normalidad, y agradecemos el esfuerzo que están haciendo, ya que en estos momentos es necesario que todas estén muy activas. Si las autoridades se demoran a causa del confinamiento, o la Administración no es suficientemente ágil en la expedición de los certificados que autorizan la exportación o importación, el flujo internacional de semillas se puede restringir y con él la producción de alimentos a medio plazo”, apunta Julián Arnedo, presidente la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE). Su Secretario General, Antonio Villarroel, subraya que “flexibilizar los procesos administrativos también puede tener efectos muy positivos; para ello es importante valorar el compromiso, la madurez, experiencia y honestidad que el sector viene demostrando desde hace muchos años, y apostar por la confianza mutua”.
No puede haber retrasos y en algunos cultivos esta es una condición que no admite excepciones. Un ejemplo son las 3.000 hectáreas de semillas de colza cuya cosecha tendrá lugar en junio; es necesario que en estén en los mercados europeos en agosto para poder sembrar y eso exige “agilidad por parte de la administración, tanto en los certificados de exportación como en el pasaporte fitosanitario. Si llegamos con retraso supondrá la siembra resultará imposible” advierte el director de operaciones de Euralis Semillas. De España sale casi el 25% de las semillas de colza que se siembran en Europa y el 15% de las de girasol.
Mientras estas incertidumbres siguen en el aire, el sector agroalimentario continúa volcado en abastecer de alimentos a los ciudadanos en estas circunstancias especiales, consciente, además de que será “uno de los motores para la reactivación, una vez que acabe la crisis del coronavirus”. Por eso, Julián Arnedo, Presidente de ANOVE, pone la vista en el futuro inmediato: “Nuestra responsabilidad tiene que atender también al día después, cuando salgamos de esta situación extraordinaria: ya hay agricultores que están sembrando con la vista puesta en ese día, y por eso es esencial que puedan disponer ahora de las semillas y plantas para poder garantizar la próxima campaña”. Subraya que la semilla es clave para garantizar el suministro de alimentos: “Sin semillas y plantas no hay cultivos y, sin cultivos, las frutas y hortalizas no llegarían a los hogares; tampoco el pan, ni el aceite, ni la carne que depende de los piensos para animales”.
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