De tradición Irlandesa, cuenta la leyenda que Jack O’Lantern, un irlandés de dudosa reputación, gracias a su afición al alcohol y a su tacañería, tuvo un encuentro con el diablo la noche del 31 de octubre. Aquella noche Jack entregó su alma a cambio de una moneda con la que pagar una bebida más, el diablo se transformó en ella sin pensar que acabaría en el bolsillo de aquel borracho junto con el crucifijo que portaba.
Jack negoció la libertad del diablo a cambio de tener su alma durante 10 años más, y así fue. Después de este tiempo se repitió el encuentro. Aunque Jack lo tenía todo planeado; el encuentro sucedió en el campo y este le pidió que le acercara una manzana de un árbol cercano al que habría tallado una cruz. El diablo, sin saberlo, fue a coger la manzana quedando atrapado en el árbol, de manera que hizo prometer al diablo que jamás le pediría su alma. Éste aceptó, y lo liberó.
Años después Jack finalmente murió, pero dado que su vida no había sido ejemplar precisamente, no pudo entrar al cielo. Así que intentó entrar en el infierno, pero el diablo lo rechazó por el trato al que habían llegado, obligándolo a vagar por el mundo de los vivos.
Ya que el camino de regreso era bastante oscuro, el diablo le dio a Jack un carbón encendido para que la luz le guiara en la oscuridad. Para que no se apagara, cuenta la leyenda, que Jack decidió ponerla dentro de un nabo para que no se apagara con el viento…
Nabos y calabazas
Así empezó en Irlanda, y en menor medida en Gran Bretaña, la tradición de las Jack o'lanterns, farolillos fabricados con nabos que se colocaban para adornar las casas en la vigilia de Todos los Santos, que es lo que originalmente significa Halloween (una contracción de “All Hallows Eve”). La hortaliza con una cara grabada simbolizaba al protagonista del cuento (Jack of the lantern, Jack el del farolillo) quien, con su astucia, había mantenido lejos de él al mismísimo Diablo. Según las antiguas creencias celtas, en aquella noche los seres sobrenaturales vagaban por el mundo de los vivos, una creencia que perduraba aún después de siglos de cristianismo, por lo que la gente creía que aquellos grotescos amuletos mantendrían a los malos espíritus lejos de sus casas.
La tradición fue llevada a Estados Unidos por los emigrantes irlandeses que, desde el siglo XIX, se instalaron en Estados Unidos en grandes números. Allí se mezcló con una costumbre local: los niños vaciaban calabazas y abrían agujeros a la altura de los ojos para usarlas como máscaras. Dicha práctica ya está documentada incluso desde antes de la publicación del cuento de Jack: este fue publicado en 1836, pero en 1834 ya se mencionan las máscaras a base de calabazas. La razón se debe, de nuevo, a la literatura: en 1820 se publicó la historia de Washington Irving La leyenda de Sleepy Hollow, un cuento gótico sobre el fantasma de un soldado de la Guerra de Independencia que, supuestamente, cabalga por la noche en busca de su cabeza perdida, usando una calabaza en su lugar hasta que pueda encontrarla.
Ambas costumbres se mezclaron y, así, los nabos con los que se fabricaban las Jack o'lanterns fueron sustituidos por calabazas. La hortaliza es nativa de Norteamérica y ya tenía una gran presencia en la gastronomía del país: de este modo, al vaciarla, se aprovechaba el interior para preparar platos típicos a base de calabaza, como pasteles o galletas. Aunque también se siguieron utilizando nabos y otras hortalizas, finalmente fue esta la que perduró en la tradición y que, casi dos siglos después, se ha convertido en el símbolo de Halloween.
Propiedades de la calabaza
La calabaza es el fruto en baya de la calabacera, de la familia de las cucurbitáceas. Es muy rica en fibra, que ayuda a regular el tránsito intestinal, y nutrientes como Vitaminas B1,B2, B3, B6 y B9 o ácido fólico, Vitamina C y Vitaminas liposolubles A y E. El componente principal de la calabaza es el agua y casi no tiene grasa, por lo que es un alimento con escaso aporte calórico, ideal para dietas de control de peso. La calabaza cuenta en su composición con minerales como el potasio (necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para mantener la actividad muscular normal), el fósforo y magnesio.
La más utilizada en la cocina es la calabaza común, Cucurbita máxima. La forma del fruto puede ser esférica y achatada u ovalada y alargada y el color de su corteza anaranjada, amarilla, verde, blanca, negra e incluso morada. Su pulpa es anaranjada o amarillenta, y está repleta de semillas en su parte central, que también aportan una gran cantidad de propiedades beneficiosas.
La calabaza en la fitoterapia
En fitoterapia la parte que se utiliza son las semillas mondadas, sin su parte más externa. Entre los componentes de las mismas podemos encontrar proteínas (30-34%) con aminoácidos poco frecuentes como cucurbitina, carbohidratos (6-10%) y materias minerales (3-4%) como fósforo, calcio, potasio, hierro, zinc y, en especial, selenio. Un 0,5% está constituido por esteroles. Destacar también la cantidad de ácidos grasos (45-50%), principalmente insaturados como el linoleico y oleico, y saturados como el palmítico y esteárico.
Gracias a todos estos componentes, la calabaza puede ofrecernos diferentes beneficios para la salud:
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) aprueba el uso tradicional de las semillas de calabaza para tratar molestias miccionales asociadas a hiperplasia benigna de próstata y la vejiga inestable.
ESCOP (European Scientific Cooperative On Phytotherapy) especifica que su uso en la hiperplasia benigna de próstata se circunscribe a las afecciones leves o moderadas.
La Comisión Europea aprueba además su uso en parasitosis intestinales.
Fuente: National Geographic
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