DICYT Investigadores del Grupo de Fitopatología y Control Biológico de la Unidad de Excelencia de Producción Agrícola y Medio Ambiente AGRIENVIRONMENT y del Instituto de Investigación en Agrobiotecnología (CIALE), de la Universidad de Salamanca, acaban de publicar un importante artículo en la revista científica ‘Nature Reviews Microbiology’ que repasa los conocimientos actuales sobre el hongo ‘Trichoderma’. En su aplicación en la agricultura, este microorganismo puede ser tanto un agente de biocontrol que defiende a las plantas como un promotor de su crecimiento.
El uso de este hongo es una gran baza para avanzar hacia una agricultura más sostenible, ya que permite prescindir, al menos en parte, de los agroquímicos convencionales. De hecho, desde los años 30 del siglo XX se sabe que es capaz de combatir a otros hongos del suelo. Sin embargo, en las últimas décadas la investigación ha demostrado que también puede ser un buen biofertilizante, ya que ayuda al crecimiento de las plantas. Esta dualidad genera algunos problemas a la hora de registrar diferentes formulaciones, así que los cuatro autores de este artículo se proponen aclarar la cuestión en este trabajo de revisión: Rosa Hermosa y Enrique Monte, por parte de la Universidad de Salamanca; y Sheridan L. Woo y Matteo Lorito, por parte de la Universidad de Nápoles (Italia). La idea es que los científicos, las empresas y la opinión pública en general tengan una referencia más clara sobre el conocimiento actual de ‘Trichoderma’ y su uso biotecnológico.
Tanto el grupo de investigación italiano como el español se encuentran entre los más destacados del mundo en el estudio de ‘Trichoderma’ aplicado a la agricultura. De hecho, este artículo fue un encargo directo por parte de los editores del grupo ‘Nature’. La revista ‘Nature Reviews Microbiology’ tiene un factor de impacto de 78,2 (superior al de la propia ‘Nature’, que es de 69,5), así que es la publicación de mayor prestigio a la que puede acceder un investigador de este campo.
“Ahora medio mundo trabaja con ‘Trichoderma’ pero nosotros llevamos 35 años de investigación”, afirma Rosa Hermosa en declaraciones a DiCYT. Por eso, gran parte de la revisión cita trabajos anteriores de los propios autores. Al aglutinar todo ese conocimiento, el nuevo artículo puede convertirse en referencia para todos los expertos que trabajan con este hongo, ya que “los resultados sustentan un trabajo científico muy serio”.
De hecho, la primera patente biotecnológica de la Universidad de Salamanca fue una formulación de ‘Trichoderma’ de este grupo liderado por Enrique Monte. Además, también registraron el primer biofungicida en España, conocido como TUSAL® (Trichoderma de la Universidad de Salamanca), y uno de los cuatro primeros de la Unión Europea. Este mismo equipo del CIALE también fue pionero a la hora de estudiar el genoma de este hongo, gracias a un proyecto europeo que permitió secuenciarlo y obtener genes de interés biotecnológico hace casi dos décadas.
Por eso, no es la primera vez que los autores de la Universidad de Salamanca y de la Universidad de Nápoles publican en ‘Nature Reviews Microbiology’. El italiano Matteo Lorito ya lo hizo en 2004, con un artículo que explicaba los conocimientos que se tenían hasta aquel momento sobre las cualidades del hongo como agente de control biológico en agricultura. En 2011, Enrique Monte firmaba un nuevo trabajo en esta revista sobre la genómica funcional y ecología de las especies de ‘Trichoderma’ que se utilizaban con ese fin.
Nuevas perspectivas como biofertilizante
Sin embargo, a partir de 2010, los científicos del CIALE empezaron a trabajar en una nueva línea que consistía en conocer “cómo este hongo dialoga con las plantas y les confiere beneficios”, explica Enrique Monte. Ya no solo se trata de que defienda a la planta frente a patógenos o frente a distintos tipos de estrés, como puede ser la falta de agua, sino que “promueve el crecimiento y ayuda al desarrollo de las plantas bajo condiciones adversas”.
Este enfoque se ha convertido en una línea muy potente que ha permitido conocer los aspectos moleculares de este hongo como biofertilizante. En función de la cepa que se elija, la aplicación de este microorganismo puede estar más orientada a la defensa frente a un tipo u otro de patógenos, pero también puede ser beneficiosa para otros aspectos. “En la actualidad, hay algo más de 400 especies descritas en el género ‘Trichoderma’, pero las cepas de biocontrol apenas son de ocho o nueve de ellas, así que su papel como promotor del crecimiento puede ser aún más importante”, señala Rosa Hermosa.
Por otra parte, los estudios han revelado que los beneficios del efecto de ‘Trichoderma’ sobre las plantas son muy amplios, incluso más allá de la acción directa del hongo sobre los organismos fitopatógenos que viven en el suelo. Es lo que se conoce como memoria transcripcional. “Una planta no puede tener sus defensas activadas continuamente, pero este microorganismo genera una señal en la planta, de forma que, si posteriormente sufre un estrés, es capaz de responder de forma más rápida e intensa, así que el hongo se convierte en una especie de vacuna”, explica la investigadora. Es más, los científicos de AGRIENVIRONMENT han comprobado que esa información se transmite a la siguiente generación a través de las semillas.
El reto de mejorar los registros
Con esta amplia variedad de beneficios no es de extrañar que en todo el mundo se esté utilizando ya ‘Trichoderma’ en cultivos hortícolas muy importantes, como el tomate o la fresa, en cereales o en olivo, entre otras aplicaciones. El problema es que, a la hora de registrar las formulaciones basadas en este microorganismo en la Unión Europea, los investigadores deben hacerlo como PPP (Plant Protection Products), es decir, un producto para proteger a los cultivos, ya que tradicionalmente ha sido considerado como un agente de biocontrol. La alternativa sería registrarlo como biofertilizante, lo que acorta los costes, las pruebas y los plazos.
Sin embargo, la realidad es que se trata de un microorganismo polivalente que realiza las dos funciones. “Esa dualidad es lo que hace a este hongo tan interesante”, destaca Enrique Monte, “la planta decide en cada momento si tiene que defenderse o crecer y para las dos cosas tiene la ayuda de ‘Trichoderma’, que coloniza la raíz, quedándose dentro de ella como hongo endofítico”, asegura. De hecho, cuando la planta no tiene que gastar energía en defenderse, opta por el crecimiento.
Por eso, los expertos consideran que lo idóneo es que se abra un registro de organismos beneficiosos para las plantas, sin tener que asignar una función específica como agentes de biocontrol o como promotores del crecimiento de antemano. “Es como si queremos matricular un coche y tenemos que decidir previamente si va a ser una ambulancia, porque algunas veces iremos al hospital, o si vamos a ser un taxi, porque otras veces iremos al cine”, pone como ejemplo el investigador.
En definitiva, el objetivo es que ‘Trichoderma’ esté a disposición de los cultivos de interés agronómico para mejorar la producción sin perjudicar al medio ambiente.
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