El agua está en el centro de nuestra vida y es un recurso esencial para la supervivencia de todos los seres vivos que habitan en el planeta. Pero, a pesar de que tres cuartas partes de la Tierra estén compuesta por agua, solo el 2,5% se encuentra disponible para el consumo humano.
Nuestra dependencia con el agua, como sustento de vida, es una cuestión que ha perdurado a lo largo de la humanidad. Para las civilizaciones antiguas, el agua era una parte fundamental para su desarrollo como sociedad. Por ejemplo, la civilización romana fue pionera en la construcción de infraestructuras hídricas para mejorar el abastecimiento y gestión del agua en las ciudades. Esto les permitió avanzar hacia un mayor progreso económico y social.
En la Antigüedad, el agua era un tesoro natural que conservar y proteger. Y es que el ser humano siempre ha tenido una gran dependencia a este líquido. En época de carencia o sequía era necesario encontrar fuentes de agua que permitieran abastecer a la población. Esta fue una de las razones que llevó a nuestros antepasados a desarrollar diferentes técnicas para localizar este valioso y oculto recurso. Un ejemplo de esto es el conocido como método zahorí.
¿Qué es el método zahorí?
El zahorí es el nombre que recibe la persona que realiza una serie de técnicas que le permiten detectar agua. A este conjunto de técnicas se le conoce como método zahorí y se trata de una milenaria práctica utilizada para buscar agua bajo nuestros pies.
El método zahorí surgió hace, aproximadamente, 4.000 años por lo que está considerado como una de las primeras prácticas que se emplearon en la antigüedad para detectar las corrientes de agua bajo la superficie terrestre.
Tradicionalmente, este método era el único que permitía encontrar agua. Pero, cabe destacar que, con el paso del tiempo y la evolución de la sociedad, comenzaron a desarrollarse, con el apoyo de la ciencia, otro tipo de técnicas más modernas que nos han permitido encontrar agua con mayor eficacia.
La búsqueda de agua: un reto milenario
El método zahorí forma parte de la historia del agua. Para realizar este método, los zahoríes utilizaban diferentes utensilios: dos varillas metálicas, una vara de madera y un péndulo. Estas herramientas son las que les permitían detectar posibles flujos magnéticos o corrientes de agua que producen el movimiento de estas varas.
Una de las características principales de los zahoríes es que eran personas con amplios conocimientos sobre la naturaleza. Pasaban horas observándola y estudiando su comportamiento mientras paseaban sobre el terreno con sus brazos en posición horizontal sujetando las varas metálicas en busca de algún signo que les guiará en la búsqueda de agua.
El hecho de dedicar tanto tiempo a conocer el entorno natural en el que se desenvolvían, les permitía conocer las características de la zona: desde las propiedades del suelo hasta las grietas de las rocas que, en algunas ocasiones, daban alguna pista sobre el paso del agua y su filtración.
El agua, un recurso muy valioso
La escasez de agua siempre ha sido uno de los mayores desafíos de la sociedad. Y es que su distribución de este recurso en el planeta es muy desigual. Y además, los efectos del cambio climático no han hecho más que agravar esta situación.
Según datos de Organización de las Naciones Unidas (ONU), cerca de 2.000 millones de personas viven en países que sufren escasez hídrica y más de 2.200 millones de personas en el mundo no disponen de acceso a agua potable de forma segura.
Estos datos evidencian la delicada situación que atraviesa el planeta en cuestiones hídricas. El agua forma parte de los derechos humanos y garantizar que toda la población disponga de un acceso seguro a este valioso recurso es clave para el progreso de la sociedad.
Por esto, Naciones Unidas decidió, en 2015, incluir este objetivo como parte de la Agenda 2030. Desde entonces, el acceso al agua y un saneamiento seguro forma parte de las 12 metas marcadas por más 150 países para lograr un planeta más justo, equitativo y sostenible.
Fuente: Fundación Aque
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