La agricultura intensiva almeriense viene experimentando a lo largo de los últimos años una clara tendencia al incremento del tamaño medio de las explotaciones. Es decir, de las empresas productoras, en muchos casos familias agrícolas.
Las causas de este fenómeno son varias y convergentes en el mismo sentido, si bien cada una de ellas parece influir en aspectos distintos de la actividad productiva y de las decisiones de las empresas y los agricultores.
La progresiva reducción de los márgenes y la consiguiente exigencia de alcanzar mayores niveles de eficiencia técnica podría ser la principal causa de esta tendencia a alcanzar tamaños de planta acordes más rentables. Explotaciones de mayor capacidad productiva en la que sean viables inversiones que serían de dudosa rentabilidad en el tamaño estándar de una década, que se situaba algo por encima de a hectárea y media. Actualmente supera las dos hectáreas con una clara vocación de seguir creciendo. Por otra parte, una mayor superficie productiva dividida en varios invernaderos permite diversificar cultivos en un mismo ciclo aumentando las posibilidades de alcanzar un balance final de campaña más rentable.
Pero, también existen otras razones que tienen que ver con la comercialización y que están influyendo en esta evolución desde la explotación familiar predominante a principios del siglo XXI, cuyo tamaño medio se movía en torno a la hectárea, a las empresas que disponen de un buen número de invernaderos en ubicaciones distintas o concentrados en unidades productivas de gran tamaño. Las razones de este proceso no solo están vinculadas con la rentabilidad de las inversiones y con la eficiencia, sino también con la posibilidad de atender a determinados espacios del mercado que exigen producciones específicas. Incluso, con la posibilidad de asumir relaciones comerciales directas con la distribución, así como la consolidación de marca propia.
Estos procesos podrían inducir a pensar que el carácter eminentemente familiar de la agricultura almeriense podría estar comenzando a pasar a la historia, con todo lo que eso puede implicar en términos económicos y, sobre todo, sociológicos.
Sin embargo, es probable también que la evolución arrolladora de las nuevas tecnologías permitan a empresas agrícolas familiares alcanzar niveles de eficiencia que permitan mantener tamaños de planta más acordes con la agricultura familiar. Por otra parte, no hay que olvidar que la agricultura es un fenómeno tremendamente condicionado por infinidad de factores, lo que favorece la resiliencia de explotaciones de tamaño reducido y, por tanto, con mayor flexibilidad para tomar decisiones de una campaña a otra. Además, el modelo agrícola almeriense contiene diferentes modelos de integración entre agricultores que, conservando la titularidad de cada explotación familiar forman parte de proyectos de envergadura mucho mayor.
Es muy probable que el carácter familiar predominante en el invernadero almeriense tenga por delante una larga y venturosa historia que recorrer. Pero será, necesariamente, una historia jalonada de cambios significativos, de nuevas tecnologías y de mayores niveles de eficiencia. Seguramente, una historia apasionante.
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