Muchas regiones de la península ibérica están sufriendo el episodio de sequía más intenso desde que existen registros. Ha llovido un 25 % menos de lo habitual durante los últimos tres años. El agua almacenada en los embalses se aproxima a sus mínimos históricos y se están tomando medidas de ahorro extraordinarias.
Afortunadamente, aunque las sequías suponen un enorme reto, hoy en día somos capaces de desalinizar agua de mar o de explotar acuíferos a cientos de metros de profundidad. Pero ¿cómo hacían nuestros antepasados para enfrentarse a la falta de agua? ¿Pudieron adaptarse a la escasez de lluvia o, por el contrario, sufrieron por las sequías?
Cuando (también) llovía menos
El clima de nuestro planeta ha variado de forma cíclica durante los últimos cientos de miles de años. Sin embargo, la rapidez con la que la Tierra se está calentando en la actualidad no tiene precedentes. Al mismo tiempo, el clima de la península ibérica se hace cada vez más seco.
Algunas de las civilizaciones más importantes de la historia aprovecharon los periodos de climas húmedos para expandirse. Más tarde sufrieron hasta desaparecer debido a las sequías.
Por ejemplo, la abundancia de lluvias facilitó el desarrollo de la civilización del valle del Indo hace 4 800 años, durante la Edad del Bronce. Los tiempos dulces de esta cultura duraron tan solo unos pocos siglos. Hace 4 100 años el clima se hizo cada vez más seco en esta región. Los cultivos no crecían y el ganado se moría de sed. El desierto de Thar avanzó rápidamente hacia el nordeste y esto forzó a las poblaciones locales a migrar hacia zonas más lluviosas.
Uno de los casos más conocidos del colapso de una sociedad debido a un cambio climático es el de la civilización maya clásica. Sus habitantes ocuparon el sudeste del actual México entre los siglos III y IX.
Varios estudios sobre sedimentos de lagos y estalagmitas sugieren que, en torno al siglo IX, los mayas fueron víctimas de un periodo de sequías en el que llovía la mitad de lo habitual. La escasez de agua pudo agravar otros problemas políticos y territoriales que acarreaban estos pueblos. Las sequías aceleraron el colapso de esta cultura que había dominado América Central durante el primer milenio de nuestra era.
Los pueblos que ocuparon la península ibérica durante los últimos miles de años también tuvieron que enfrentarse a climas adversos. Entre los siglos V antes de nuestra era y IV después de nuestra era, el clima en el sur peninsular fue bastante lluvioso. Este tiempo coincidió con la expansión del Imperio romano y se conoce como el periodo húmedo ibérico-romano.
Sin embargo, esta civilización también tuvo que lidiar con algunos periodos de sequías en los que llovía hasta un 20 % menos que en la actualidad. A diferencia de lo que ocurrió con la cultura maya clásica, los romanos sí fueron capaces de adaptarse a que lloviera poco.
El ingenio contra las sequías
Al igual que hoy, los avances tecnológicos en el manejo del agua permitieron reducir el impacto de las sequías sobre las poblaciones en el pasado. La capacidad para transportar agua a cientos de kilómetros fue una de las claves para la adaptación.
El Imperio romano, conocido por su habilidad para construir grandes acueductos y canalizaciones, es un claro ejemplo de este ingenio para sobreponerse a las sequías. Sin embargo, la alta demanda de agua en la Hispania romana generó un importante impacto ambiental. Los romanos desviaban cauces de agua dulce para satisfacer sus necesidades, llegando a secar casi por completo algunos lagos.
Diez siglos más tarde, en el siglo XI, los musulmanes desarrollaron un ingenioso entramado de canales excavados en la roca de las laderas de Sierra Nevada. El objetivo era aprovechar e infiltrar en el terreno el agua que bajaba de las cumbres tras el deshielo en primavera. Este sistema, conocido como “careos”, fue ideado para que los manantiales de las zonas bajas tuvieran agua en verano. Algunos pueblos de esta sierra siguen dependiendo de esta técnica ancestral de “siembra del agua” para abastecerse en la actualidad.
Las sequías del futuro
El calentamiento global está provocando largos periodos de sequías en el Mediterráneo y en el sur de la península ibérica. Se prevé que a lo largo del próximo siglo cada vez llueva menos y de forma más irregular.
El tipo de sequías que nos afectan también parece estar cambiando. Estudios recientes sugieren que son, y serán, cada vez más rápidas, intensas e impredecibles. Se conocen como “sequías flash”.
La escasez de lluvias, unida al aumento de población en las zonas costeras, puede generar importantes problemas de abastecimiento. Las tecnologías para producir agua potable no son la panacea y presentan múltiples problemas de carácter ambiental y económico. Este es el caso de la desalinización de agua de mar que genera desechos en forma de salmueras, cuya gestión es aún problemática.
No parece existir una solución única para paliar la escasez de agua. El futuro pasa necesariamente por una mayor eficiencia y por la reutilización. Es indispensable también una mejor ordenación del territorio. Desarrollar macroproyectos que demandan mucha agua en zonas donde casi no llueve solo contribuirá a agravar el problema.
Fuente: Fernando Gázquez Sánchez / Geología y Cambio Climático, Universidad de Almería. The Conversation
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