Almería puede presumir de tener una medallista en Química, una estudiante que regresó de la última Olimpiada Nacional de esta disciplina con un bronce entre las manos. Las mismas manos con las que supo resolver ejercicios sobre compuestos aromáticos, calcular entalpías y construir diagramas de orbitales moleculares en una prueba celebrada en Valencia con más de cien aspirantes al podio.
Ella es Marina Morales Montero, acaba de terminar Bachillerato de Ciencias de la Salud en el colegio Compañía de María y en unos días se enfrentará a la PEvAU, la antigua selectividad.
"Es un orgullo para todos los que formamos parte de esta comunidad educativa", publicó en sus redes sociales la Compañía de María para felicitar a Marina por "tanto esfuerzo", materializado en esta medalla de bronce que se trajo de la XXXVI Olimpiada Nacional de Química. La competición, auspiciada por el Ministerio de Educación y la Real Sociedad Española de Química (RSEQ), busca "estimular la creatividad y el interés por la química entre los estudiantes de los últimos años de secundaria", exponen sus organizadores.
En esta edición, celebrada entre el 21 y 23 del pasado mes de abril en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Valencia, concurrieron 121 alumnos. De ellos, 30 formaron el podio, a razón de diez alumnos por medalla. La almeriense fue la segunda de las diez merecedoras del bronce; es decir, la número 22 de todos los participantes. Y eso que, en un principio, no tenía demasiada confianza en hacer un buen papel.
"Fue Antonio López, mi profesor de Química en la Compañía, quien me animó a presentarme a principio de curso. Y como me gusta la materia, acepté, aunque no tenía muchas expectativas: lo hice por sumar una experiencia más", recuerda Marina.
De Almería a Valencia
Así, en marzo se presentó a la fase local de la Olimpiada, celebrada en la Universidad de Almería. Participaron 54 estudiantes de 20 centros de toda la provincia, y ella se quedó en primera posición. "Salí contenta de la prueba porque lo supe hacer casi todo. Fue una prueba más parecida a lo que haremos en selectividad", dice.
La prueba consistió en un primer examen de hora y media de formulación inorgánica/orgánica y un examen teórico tipo test, que implicaba razonamientos y cálculos sencillos, y una segunda prueba de una hora con problemas numéricos.
La fase nacional de la Olimpiada supuso un desafío mucho mayor: un examen de seis horas dividido en dos partes con problemas muy largos, test complejos y cuestiones que iban más allá del temario de bachillerato. "Había gente muy buena: algunos llevaban todo el año estudiando y se habían preparado específicamente para la Olimpiada". De ahí que esta medalla de bronce sea especialmente meritoria.
Marina viajó a Valencia junto a sus padres y allí pudo conocer a los otros dos almerienses que se clasificaron en la fase local, aunque solo ella pudo acceder a una medalla. "Ha sido una experiencia increíble: nos dieron una charla sobre química e inteligencia artificial, hubo una paellada con todos los participantes y pudimos recorrer la ciudad y sus monumentos", explica.
"Además, en mi familia tengo muchos médicos. Y mi abuelo, Francisco Morales, pediatra, es mi ejemplo a seguir", añade.
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