Familias ‘enganchadas’ al acogimiento

Raquel Rivera Acosta tiene 33 años, mellizas de ocho años y desde hace cinco es madre de acogida. Por su casa han pasado ya seis menores tutelados. El último, una niña de seis meses. “Nos la dieron con tres meses y apenas 2,700 kilos, cuando abandonó el hospital donde nació como gran prematura. Es una luchadora”, dice.

La familia de Raquel vive vinculada al acogimiento familiar desde que hace seis años ella, y su madre, Alicia Acosta Pérez, se decidieron a saber más sobre esta fórmula de acogida que ya había probado un pariente suyo. Las dos se formaron a la vez en el programa de acogimiento familiar de Cruz Roja, aunque fue Alicia, la madre y abuela, la que abrió primero las puertas de su casa a niños que necesitan, por un tiempo, el abrazo y el amor de una familia.

Grupos de hermanos

Y si por casa de Raquel Rivera han pasado seis niños, en la de su madre han vivido siete menores tutelados por la Junta. Y, entre ellos, varios grupos de hermanos.

Los grupos de hermanos (que se procura siempre no separar), los menores en la adolescencia, los niños enfermos o con alguna discapacidad, víctimas de maltrato y los bebés prematuros, requieren de una familia de acogida, a veces, especializada. Un modelo de acogimiento que implica la formación específica de los padres por las especiales circunstancias que viven, recuerdan responsables del programa de acogimiento de Cruz Roja.

Quien prueba, repite

Fácil o menos fácil, las familias de acogida acuerdan que el acogimiento es algo “impresionante”. “Quien prueba, repite”, asegura  Estrella Cara, presidenta de la Asociación de Familias Acogedoras de Almería. Una asociación que, con una quincena familias asociadas, se ha convertido en foro en el que compartir experiencias, ayudarse y buscar cómo mejorar un programa en el que los niños son siempre el centro.

Todos, implicados

El acogimiento implica no sólo la apuesta de un miembro de la familia, sino de toda la familia al completo, incluidos los hijos. “Mis hijas viven el acogimiento encantadas de la vida. Cuando son bebés son como muñecos para ellas y si son algo más mayores, felices de poder jugar con los niños acogidos”, insiste Rivera. “Lo único malo, entre comillas, las despedidas”, dice.

Aún así, anima a otras familias almerienses a dar el paso. “Todavía hay muchos niños que lo necesitan”, asegura Leticia Cabello, técnico de Cruz Roja y que cifra en más de una veintena de familias acogedoras, la necesidad más perentoria de Almería.

Las tres hijas de Ana María Herrera Sánchez fueron, de hecho, las que animaron hace cinco años a sus padres a “hacer un hueco” para aquellos niños que lo necesitan. A día de hoy, son dos hermanos de 5 años y 22 meses los que viven en su casa de Roquetas de Mar. Con ellos suma familia más que numerosa.

Como ella, Inma Torrente Martínez, que vive en La Cañada, es madre de dos hijas de 20 y 24 años y, además, tiene a dos hermanos en acogida. Son adolescentes y llevan con ella más de tres años. Está muy contenta de ejercer de madre de acogida y, aunque no quiere pintarlo todo de rosa, “porque la adolescencia es una etapa difícil”, anima a otros almerienses a acercarse al acogimiento. Cariñosa con sus cuatro hijos, dice que su experiencia con sus hijas ya mayores, le “viene de perlas para ver venir, y de lejos, a los adolescentes” con los que comparte su vida familia. 

Familia monoparental

Más difícil lo tiene María Paz Ruiz García. Junto a su hijo de acogida, de 13 años, forma una familia monoparental. No tiene hijos naturales y, al principio, piensa, le costó adaptarse más que a otros. 
Estas seis familias son sólo seis ejemplos de las más de 114 que tienen hoy acogidos a 138 niños tutelados. Pueden ser, muchos más.