Cuando el Grupo de Operaciones Especiales (GOES) de la Policía Nacional irrumpió en la vivienda de la calle Gran Capitán (Almería), Pompeyo Miranda pensó en la vida de sus cinco perros. El asesino múltiple, el narcotraficante, el enemigo público número uno de Bolivia, el atracador experimentado, el histórico criminal almeriense, corrió a calmar el ímpetu de sus mascotas antes de recibir los grilletes en sus muñecas, unidas en la espalda.
Miranda acaba de cumplir 51 años y suma ahora a su largo expediente el atraco a una joyería de El Zapillo (Almería). La Policía Nacional seguía los pasos del conocido delincuente desde el golpe perpetrado el pasado 30 de diciembre. Tres varones entraron en el establecimiento armados, encañonaron a cuatro empleados y a una clienta y se apoderaron de un botín de 40.000 euros en joyas, además de otros 700 euros de recaudación de la caja registradora.
El golpe anticipaba el carácter del atracador. Miranda -según la versión de la investigación contemplada en las diligencias judiciales- entró a cara descubierta, sin miedo a ser reconocido tras dos décadas en prisión y una trayectoria criminal curtida fuera de España, y en su huida disparó a un empleado (el chico falleció tres meses después súbitamente mientras jugaba a fútbol). “El detenido encañonó a una de las víctimas y efectuó un disparo que impactó en otro comercio cercano, antes de introducirse en el vehículo que tenían preparado para su huida”, señalan fuentes oficiales de la Policía Nacional.
El Quemadero
La investigación consiguió arrestar a dos de los atracadores en Madrid poco después, pero la captura del supuesto cabecilla de la banda requería un esfuerzo suplementario. En el punto de mira se colocaba el “peligroso” Pompeyo Miranda.
En la operación de captura se sumaron las fuerzas de efectivos del Grupo V de la Policía Judicial y de la Brigada de Seguridad Ciudadana de Almería, el Grupo II de Delitos contra el Patrimonio de la Comisaría General de Policía Judicial, el Grupo XIII de la Policía Judicial de la Comisaría Provincial de Madrid y agentes del GOES llegados desde la Comisaría Provincial de Málaga.
Tras salir de una prisión de Cádiz en el año 2013 gracias a la anulación de la Doctrina Parot, el objetivo se había establecido en la antigua vivienda de sus padres, a pocos metros de la Plaza de El Quemadero. El pasado 7 de julio, día de su cumpleaños, Pompeyo Miranda fue arrestado en una espectacular operación policial acusado del atraco en la joyería.
Durante la intervención los agentes detuvieron también a un ciudadano latinoamericano y a un fugitivo reclamado por la República Checa. Ambos estaban en la planta superior y quedaron inmovilizados en el balcón enfilados por las mirillas de los agentes de la Policía Nacional, desplegados en todo el entorno para garantizar el éxito de la operación y, más importante, la seguridad de los vecinos y de los agentes.
No en vano, la investigación conocía que Miranda había viajado unas horas antes a Madrid y portaba, al menos, una pistola. Los policías debían intervenir de forma rápida y con absoluta precisión para culminar eses de investigación y seguimientos.
El operativo se cerró esa tarde y Pompeyo Miranda acabó en prisión provisional en el centro penitenciario de El Acebuche, donde permanece actualmente, acusado de presuntos delitos de robo con violencia o intimidación (uso de arma de fuego) y tentativa de homicidio. Durante el registro se hallaron algunas joyas cuya vinculación con el robo de El Zapillo aún se investiga.
Pompeyo Miranda cuenta en su expediente con dos crímenes a sus espaldas. Primero mató a su pareja por las sospechas de sus vinculados con la DEA, agencia norteamericana contra el narcotráfico, cuando trabajaba para un cártel en Bolivia. Luego asesinó a golpes a su compañero de celda. A finales de 1999 fue extraditado a España y en 2013 salió de prisión tras invalidarse la Doctrina Parot.
Asesino, ladrón y capo de la droga
Pompeyo Miranda Ruiz (Almería, 1965) dibuja una silueta alta y delgada. Sus facciones consumidas engañan a la vista. No bebe alcohol ni consume drogas. Es culto, inteligente. Mantiene una conversación fluida y densa impropia de un historial salpicado de episodios oscuros.
Su biografía se escribe fuera de España. Abandonó el país a finales de los años 80 con apenas unos pocos robos menores en la provincia de Almería y viajó por Europa hasta establecerse definitivamente en Latinoamérica. En Bolivia se ganó la confianza de capos del tráfico de cocaína y se vinculó al cártel que controlaba la distribución de la droga en Santa Cruz, departamento en el este del país rodeado de las grandes reservas naturales y cercano a la frontera con Brasil. Allí comenzó su etapa más oscura.
Conoció a una cooperante norteamericana, con la que empezó una relación sentimental. Gloey Weissman tenía 45 años y se convirtió en su primera víctima. En 1991, un Pompeyo Miranda veinteañero le pegó dos tiros. Creía que era una agente encubierta de la DEA (agencia antidroga de EEUU). Como un psicópata de novela negra, descuartizó el cuerpo de su pareja, quemó los restos y los enterró.
Por aquel crimen ingresó en la cárcel, donde conocería a su segunda víctima, Marcial Delgadillo, capo de una banda del penal de Palmasola. Tras una discusión por el champú y tras varios incidentes anteriores, le destrozó el cráneo a su compañero de celda con una pesa. Ambos delitos sumaron 45 años de condena. Además, Miranda protagonizó una fuga de una cárcel de máxima seguridad tras participar en un motín y fue cazado por el FBI en Perú y de nuevo internado.
A finales de 1999 consiguió beneficiarse del convenio bilateral (y de una intensa campaña de su familia por miedo a su muerte) y regresó a España. Estuvo en casi una decena de prisión y en 2013, cuando cumplía condena en el Puerto (Cádiz), la anulación de la Doctrina Parot le permitió volver a la calle. Se estableció en El Quemadero, aparentemente con una vida calmada hasta el atraco de diciembre.
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