El entorno que todo lo devora

En los últimos 50 años hemos conocido ya tres proyectos de Mesón Gitano y la hostilidad del entorno condena cualquier plan en el barrio de La Alcazaba

Desolación tercermundista en la subida principal hacia la puerta de La Alcazaba y la zona del Mesón Gitano.
Desolación tercermundista en la subida principal hacia la puerta de La Alcazaba y la zona del Mesón Gitano.
Eduardo D. Vicente
12:14 • 15 oct. 2016

Hay un entorno hostil que todo lo devora, el mismo entorno que hace más de cuarenta años hizo fracasar aquél complejo de cuevas y casas típicas que el empresario Luis Batlles bautizó con el nombre de Mesón Gitano;  el mismo entorno que hace diez años se llevó por delante el proyecto de rehabilitación municipal que quiso recuperar aquella zona para la ciudad sin éxito; el mismo entorno que ya ha empezado a erosionar el tercer intento de Mesón Gitano, una obra monumental y de gran coste económico que antes de echar a andar ya presenta indudables síntomas de abandono.




Hay un entorno que rechaza cualquier iniciativa, un entorno conocido que se ha eternizado bajo las laderas de La Alcazaba, pero que parece intocable y no se tiene en cuenta a la hora de afrontar los nuevos proyectos. Ni La Alcazaba, ni el Mesón Gitano, ni la subida al tercer recinto podrán integrarse en un gran proyecto cultural y social en la ciudad mientras no se aborde la reforma integral del entorno, ese gran monstruo que todo lo devora. 




Hay una capa de desidia que envuelve toda aquella manzana cargada de historia y que se acentúa en la subida principal de La Alcazaba. Dónde se quedó el proyecto de gran avenida que iba a unir el centro de la ciudad con la misma puerta del monumento llevándose por delante lo que queda en pie de las calles de Hércules, la Música, la Dicha y Almanzor. Son miles los visitantes que cada año ascienden por ese camino hacia la fortaleza y se encuentran con una imagen de poblado del tercer mundo: el antiguo patio del Rey Moro convertido en un solar inexpugnable con tapias derruidas de antiguas edificaciones, matorrales que han nacido del abandono y restos de basura. Representa la segunda gran decepción, después de haber  dejado atrás la calle de la Viña convertida en un estercolero y en aparcamiento de coches. En los mismos pies de La Alcazaba, donde empieza la carretera de ascenso al tercer recinto, que lleva al nuevo Mesón Gitano, el espectáculo  de los coches aparcados constituye un contraste siniestro, una falta de respeto a las murallas y a su historia. El nuevo camino se ha habilitado de aparcamiento. 




Arriba, en la primera explanada, donde se ha construido el edificio destinado a talleres y museo, también se han instalado los coches en medio de un paisaje solitario que presenta el aspecto de los lugares que se quedan a medio hacer, con la misma soledad que uno se encuentra cuando llega a una estación abandonada o cuando entra en la ruinas de un antiguo colegio. El escenario esta sin terminar y rodeado de solares llenos de basura y de un barrio, la zona norte del Reducto, que presenta un aspecto caótico. 




Aquella explanada bajo el nuevo Mesón Gitano se ha convertido en un retrete de perros, frecuentado todas las tardes por decenas de vecinos con sus mascotas que no dudan en dejar los excrementos en el suelo como si fueran estalactitas. Qué paradoja, las obras recién terminadas ya parecen viejas en medio de un entorno fatídico. Qué contraste, los muros de las edificaciones recién hechas y enfrente los desahuciados palos de la luz con su entramado de cables tirado por el suelo. 




En la explanada de arriba, donde hace cinco meses se inauguraron las nuevas cuevas del Mesón Gitano, en las que hay mucho dinero invertido, los vándalos han actuado a sus anchas derribando las puertas y convirtiendo el lugar en un solar. Nada de lo que ocurre es nuevo, pero los responsables del mantenimiento parecen haber perdido la memoria, ya no se acuerdan de que estos mismos desastres que suceden ahora son una continuación de los que se llevaron por delante el Mesón Gitano primitivo en los años setenta. En aquel tiempo no había vigilancia y se dejaron las instalaciones a la deriva, en medio de un entorno que azotaba como un temporal y sigue azotando.






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