Tuvimos un Colegio Menor masculino, situado a espaldas del estadio de la Falange y tuvimos también un Colegio Menor para mujeres, que la Sección Femenina puso en marcha en los años sesenta en la Carretera de Ronda, en el que había sido el edificio de la Escuela de Mandos. Cuando la rigidez política se fue relajando y el centro de instrucción se fue quedando desfasado, utilizaron sus instalaciones para poner en marcha una residencia donde las muchachas que venían de los pueblos a estudiar el Bachillerato y Magisterio podían alojarse con todas las comodidades de la época. Al frente del colegio estuvo durante años la directora María Eustaquia Mateos Trigueros, que junto a la secretaria María Julia Robles Hurtado fue la principal impulsora para que los valores humanos, la formación como personas de las muchachas, fuera la bandera del colegio.
Todos los años, cuando llegaba el final del curso, se entregaban los premios de comportamiento, que eran tan valorados como las notas que las alumnas obtenían en sus estudios. Había premios para las que destacaban en aseo, en disciplina, en convivencia, en estudio, en obediencia, en compañerismo, en camaradería y hasta un galardón para las que tuvieran la habitación más ejemplar.
El centro fue bautizado con el nombre de ‘Santa María del Mar’ y entre sus actividades destacaron las musicales, con un coro que participaba en los actos sociales que entonces se organizaban en la ciudad. Otro de los nombres fundamentales en la historia del colegio fue el sacerdote don Miguel Pérez de Perceval, capellán del centro. Se encargaba de la educación religiosa, de que el modelo cristiano estuviera siempre presente en los pequeños detalles de la vida dentro del internado. No pregonaba una fe imposible, ni les hablaba de fuego y tinieblas, sino de las virtudes que tenían que desarrollar para ser mejores personas y estar un poco más cerca de Dios.
El Colegio Menor femenino convivió en la misma época como el Colegio Menor de Juventudes ‘Alejandro Salazar’, que se había puesto en marcha en 1963 para acoger a alumnos oficiales de Enseñanza Media y de la Escuela de Magisterio. Su construcción, en un gran edificio a espaldas del estadio de la Falange, fue todo un acontecimiento en aquellos tiempos y se recibió como una iniciativa pionera en la ciudad.
El Colegio Menor masculino fue un proyecto mucho más ambicioso que el femenino y en los primeros años de funcionamiento llegó a tener matriculados cerca de doscientos alumnos. El centro contaba con unas modernas instalaciones con semisótano y tres plantas, donde destacaban los dormitorios, el comedor, la cocina, la biblioteca, el salón de actos, la capilla, un espacio reservado para la vivienda del director y unas modernas pistas polideportivas.
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