Los Ferri (también Ferrari) eran genoveses pioneros en el tráfico mercantil de provechosos productos (seda, frutos secos,…) entre la tierra almeriense y la Signoría. El patriarca, Lorenzo Ferrer, tuvo negocios en la taha de Andarax y dos de sus hijos (Francisco y Juan) constituyeron compañía y ampliaron el negocio avecinándose en Berja. Eran genoveses de segunda generación y su red comercial se tejió desde el interior hasta Adra, surcando sus naves el mar de Alborán rumbo a la República ligur.
Primogémito
A mediados del siglo XVI se afrontaba la tercera generación familiar con nuevos miembros. En efecto, en 1557 nacía Lorenzo Ferrer de Maldonado, hijo de Juan Ferrer e Inés de Maldonado, quien vio la luz en Berja un caluroso 10 de agosto. Con el nombre de su abuelo era el primogénito y estaba llamado a timonar el futuro clan. Este niño debió convivir asiduamente con la náutica y quizás bien pudo incluso acompañar a su parentela en alguna travesía.
En la Navidad de 1568 la rebelión morisca truncó el prometedor futuro. Lorenzo Ferrer, su madre y hermanos salvaron la vida porque estaban en Guadix visitando a sus parientes para pasar las fiestas. Su padre, en cambio, murió ejecutado en Berja por los rebeldes el 5 de enero de 1569. Aquel frío día de Reyes Magos cambió la vida del joven en verano. Abocado a buscarse la vida, la seda morisca fue sustituida por estameña y sus finas manos para apuntes contables se curtieron en mil faenas en su coyuntural vecindad accitana, lo que ha confundido a la historiografía sobre su cuna, a veces erróneamente atribuida a Guadix, razón que motiva este texto.
Terminado el conflicto (1571) los Ferrer vuelven a Berja y contemplan la desolación tras la expulsión morisca: imposibilidad de negocio y rentas hundidas. La única salida para Lorenzo fue emigrar a Indias. En 1573 consigue pasaje a Nueva España, donde conoce las inquietudes descubridoras en las nuevas latitudes ignotas. Retornó en 1575 y encontró La Alpujarra inmersa en la repoblación (su madre obtuvo una suerte en Berja y sus primos en Dalías) y él aprovechó su ascendencia genovesa (tan valorada en náutica) para emplearse en Adra en los barcos que aprovisionaban la tierra.
Entre 1581-1584 se le alude con el honorífico título de ‘micer’, lo que conlleva un reconocido prestigio. Para entonces el tráfico naval ha bajado y sienta la cabeza al ocuparse en 1584 como jurado en Guadix (vecindad de su hermana), posición que le permite en 1587 casar en Granada con Isabel de Montiel, de acomodada familia. Sin embargo al poco de su boda desaparece y los documentos enmudecen hasta febrero de 1589, cuando se le refiere por la compra casa y alardeando de esclavos.
Explorador
Se desconoce lo que hizo en 1588 Lorenzo Ferrer. Años después dirá que estuvo en una aventura exploradora en América, donde descubrió el Paso del Noroeste. De ser cierto supondría el mayor hallazgo geográfico del momento, pues si bien Magallanes demostró que podía darse la vuelta al Mundo por el sur (por el estrecho de su nombre), el paso norte seguía inafrontable.
Para los cosmógrafos conservadores las Indias podían ser una península de Asia hasta no verificar su continentalidad con la circunnavegación norteña. Y para los geógrafos optimistas si se trataba de un continente, tenía que existir por estas latitudes una comunicación con las aguas del Pacífico. Su descubrimiento supondría una revolución, pues abriría una comunicación (rápida en tiempo y costos) por el hemisferio norte entre Europa y los ricos mercados de China. Sin embargo, tanto para quienes abordaron esta empresa desde la vertiente atlántica como pacífica, las gélidas aguas del Océano Glacial Ártico eran un grave obstáculo de exploración.
Lorenzo Ferrer afirmó que navegó por el frío mar de Groenlandia y Terranova y halló una ruta en el laberinto de helados archipiélagos canadienses (apoyado por su piloto portugués Juan Martínez) que le hizo desemboca al Pacífico. Al paso lo bautizó como Estrecho de Anián, en referencia a Marco Polo y su alusión a la provincia de Anián (extremo oriental chino), mítico nombre que los cartógrafos europeos del Catay (China) aludían a las tierras más extremas. Sin patrocinador para financiar una expedición formal para afianzar su descubrimiento, Ferrer guardó su secreto (común en náutica para evitar competidores) hasta tiempos mejores.
Si un sureño (almeriense nacido en agosto) pudo hacer en el siglo XVI tamaña hazaña en las gélidas aguas norteñas es difícil saberlo, debido a su peculiar biografía. Volvamos al relato desde que reaparece en los documentos para ver esta historia, pues en 1590 la crisis económica vuelve a incomodar a Ferrer: solicita sus salarios de capitán de las naves La Esperanza y Santa Ana; reclama al capitán Bartolomé Velasco, vecino de Berja, una vieja deuda; se desprende de sus esclavos y junto a sus hermanas vende la capilla-panteón que tenían en la iglesia de Berja. Aún más, en 1596 su madre pierde su casa de Berja y enlaza en terceras nupcias con el gobernador militar de Adra. Lorenzo enturbia su relación con doña Inés Maldonado y se avecina en Granada, bien huyendo de deudas, bien al amparo de su familia política o buscando una oportunidad.
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