Hace apenas unos días el Ministerio de Sanidad informaba de que España había vuelto a pulverizar su récord de donaciones y trasplantes. Este 2016 se alcanzaron máximos históricos: 2.018 donantes y 4.818 trasplantes.
Detrás de esos números están las historias de miles de personas. Historias como la de Kevin Moreno. Tiene 10 años y ha vivido 9 en prediálisis y diálisis hasta que el 9 de junio recibía un riñón sano que le permitía bañarse en la playa por primera vez . Un órgano que le permite vivir.
Este niño de eterna sonrisa que ha logrado levantar el ánimo no sólo de su familia, sino de las maestras del aula hospitalaria y de buena parte del servicio de Nefrología de Torrecárdenas con su alegría y sus ganas de vivir era uno de los dos que inauguraba hace dos años la Unidad de Diálisis Infantil del hospital almeriense.
Una unidad por la que han pasado desde entonces cinco menores, de los que tres han sido trasplantados.
Una unidad que permitió a Kevin y a su familia ahorrarse los más de 3.000 kilómetros semanales que se hacían, primero a Sevilla, y después a Málaga, acortando distancias. Una unidad en la que Kevin ha conocido y compartido una vida limitada por la diálisis a muy buenos amigos. Amigos que iban siendo trasplantados y que como él han aprendido a vivir.
Alexandra Corretgé Polo tiene 27 años y es la madre de Kevin. No tiene palabras para agradecer el gesto de los donantes de órganos y de sus familiares. Durante 9 años mi hijo no ha tenido vida, dice. Años en los que la sonda de la diálisis no le dejaba darse una ducha, no podía comer ni beber como cualquier otro niño de su edad y, en los últimos meses antes de su trasplante, lo tenía atado a una máquina seis días a la semana.
El 8 de junio: la llamada
Y cuando parecía que el trasplante no llegaría nunca, el 8 de junio por la tarde recibieron una llamada que cambió sus vidas. A las ocho de la mañana del día siguiente tenían que estar en Sevilla. “Había un donante que era compatible, pero los sanitarios no habían visto todavía el órgano. Es decir, había muchas posibilidades pero certezas ninguna”. Aún así, Alexandra, su marido y Kevin subieron al coche y pusieron rumbo a Sevilla, a un sueño. “Con alegría por que nos habían llamado, pero con miedo y tantos nervios que mi marido y yo nos pusimos malos en el viaje”, recuerda. Un recuerdo que se suma a los que está viviendo estos 7 meses de salud y vida. “Estamos aprendiendo a vivir y Kevin nos enseña, a diario, a valorar la vida”, dice.
Ir al colegio, hacer la tarea, darse una ducha, comerse un helado o beber un vaso de agua son aventuras para un niño que ha descubierto una vida lejos de la diálisis.
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