Miles y miles de reclutas de la España de antes pasaron por sus barracones, escribiendo una carta amorosa diaria a la novia o a la madre, guardando el petate en la taquilla, soñando con la vuelta a su tierra. Almas jóvenes, quintos de Córdoba, de Aranjuez o de Badajoz, con el pelo cortado al cero que se aliviaban la soledad en la cantina del campamento o se hacían con un pase de pernocta para irse al centro de almería a evadirse un rato en la oscuridad del cine, a beber unas cervezas en la Plaza Masnou o a lanzar requiebros a las niñas por la Avenida del Generalísimo.
Años antes, por ese mismo campamento viatoreño, asentado como una reserva comanche frente a la mole de Sierra Alhamilla, pasaron los jóvenes militares del Regimiento de la Corona que derramaron sangre en el Barranco del Lobo, en el Gurugú, en Arruit y en cada rincón del Rif marroquí.
Después, durante la malhadada guerra, el Campamento se convirtió en un centro de militarización forzosa de milicianos. Allí llegaban los muchachos de los pueblos, con el miedo en los ojos, a los que se les daba un rancho de caldo de patatas en un plato de cobre y a los que destinaban al frente de Pozoblanco o al del Molinillo granadino, al mando del comandante Gallo.
Tras la disolución del Centro de Reclutamiento, pasó a ser en 1965 Brigada de Infantería de Reserva, hasta que en 1995 se convirtió, no sin debate en la sociedad almeriense, en Brigada de Infantería Ligera de la Legión (Brileg Rey Alfonso XIII). Y así hasta ahora, donde siguen estando los mismos símbolos de antaño: las taquillas, la cantina, el estanco con los sellos para las cartas, pero ya encuadrados en un ejército profesionalizado.
La historia del Campamento de Viator, que tantos recuerdos juveniles encierra, fue en sus inicios el sueño hecho realidad del general Alvarez de Sotomayor, a quien debe su nombre, un militar, que puso todo su empeño en esta instalación, aunque murió sin verla materializada.
Fernando Álvarez de Sotomayor y Flores (1844-1912), nacido de una ilustre familia cuevana emparentada con la heroína Mariana Pineda, fue el militar que alentó la idea ante el Ministerio de la Guerra de situar un campamento que sirviera de depósito de tropas para Melilla. Ya retirado del servicio como General de División y fijando su residencia en Almería, diseñó planos de los cuarteles y campo de tiro en terrenos de Viator, impartió conferencias y escribió informes y memorias para hacer realidad ese propósito, al que darse ya pequeño el Cuartel de la Misericordia.
Fernando Alvarez de Sotomayor, hijo de un acaudalado propietario minero, bautizado en pila de mármol y concha de plata de las ricas minas del Jaroso, hizo carrera como militar: combatió en la III Guerra Carlistas, en Melilla y Cuba consiguiendo varias cruces al mérito militar y finalizando sus días de servicio como General, mediante orden de la Regente María Cristina. Su mayor contribución al ejército español, sin embargo, no estuvo en los campos de batallas, sino en su acendrada precisión matemática para calcular proyectiles.
En 1875 fue trasladado a la fábrica de armas de Trubia, en Oviedo, y allí diseñó un nuevo cañón ligero para proyectiles de 8 centímetros, una novedad mundial en el mundo de la artillería, que fue bautizado con su propio nombre.
En esos años el ‘Cañón Sotomayor’ formó parte del desfile celebrado en Madrid con motivo del centenario de Calderón en concepto de pieza más moderna de la artillería europea. Fue, junto al General Segura, también oriundo de Cuevas, el militar almeriense que alcanzó mayores distinciones y honores militares. En la capital almeriense dedicó sus últimos años a esa aspiración, a ese campamento militar del que fue principal paladín.
En el estudio que realizó en 1910 proyectó un campo de tiro y maniobras en El Alquián, que sí se hizo realidad, y un campamento en Viator para las armas de infantería, artillería y caballería.
Antes de morir dejó marcados los terrenos en una extensión de diez kilómetros desde el paraje de Cerro Gordo, con zonas de atrincheramiento, pasando por las fincas de Gindalba con agua abundante y el cauce de la Buena Unión hasta el paraje las Terricas de Almadiego, a nueve kilómetros de Almería.
Falleció Sotomayor en 1912 y el proyecto fue archivado en algún cajón del Ministerio de la Guerra, hasta 1917 en que el Ayuntamiento de Viator recuperó el proyecto y recopiló toda la documentación dejada por el general ante el anuncio del Gobierno de sacar a concurso un nuevo campamento militar en el sur.
No hubo más noticias de esa licitación hasta que en 1923, con el Gobierno en manos de un directorio militar presidido por Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, se anunció que Almería dispondría de un acuartelamiento destinado a las tropas de reserva de Africa.
Una comisión de dirigentes de Almería acudió a Madrid a entrevistarse con el dictador para cerciorarse de que el anuncio, vía Decreto, no tendría vuelta atrás.
Primo de Rivera certificó el proyecto y en 1924 comenzaron los primeros trabajo con soldados del Regimiento de la Corona ingenieros zapadores del Ejército.
El 21 de julio de 1924, el propio Primo de Rivera llegaba en tren a la Estación de Almería para dar todo su apoyo a las obras del nuevo campamento y decidir ponerle el nombre de Campamento Alvarez de Sotomayor, en memoria de quien fue su principal abogado. El pueblo de Viator lo celebró por todo lo alto y la base fue inaugurada por fin en 1929.
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