En el viejo Cañarete, la carretera que une Almería y Aguadulce, a poco más de cuatro kilómetros de la capital, se levanta uno de los restaurantes con más larga tradición en la provincia, y probablemente el más original de ellos porque para comer allí hay que adentrarse en una cueva.
Se trata del restaurante La Gruta que no precisa demasiadas presentaciones porque varias generaciones de almerienses han pasado por sus salones subterráneos, han saboreado sus platos y por un rato han escapado de la rutina con una oferta gastronómica diferente.
Aniversario
Aunque la tradición de dar de comer venía de antiguo, lo cierto es que fue el 29 de junio del año 1977, hace ya cuarenta años, cuando el Gobierno Civil de Almería dio la autorización para la prestación de servicio de restauración en la cueva del Bello Rincón.
El matrimonio Nicolás Martínez Cuadrado y Encarnación Navas Martínez tenía dos hijos, Nicolás y Manuel, yambos se dedicarían a la restauración. Nicolás con la explotación de La Gruta, inicialmente dedicada a las carnes (herencia del pasado ganadero de su abuela), Manuel con el Bello Rincón, que aprovechó de esa forma la tradición pesquera de su familia paterna.
Antecedentes
No era, en cualquier caso, algo nuevo para la familia. Casi un siglo antes Nicolás Martínez César, había regentado una venta situada en el paraje de La Garrofa, “donde servía cada día el pescado que él mismo sacaba del mar con su jábega, una barquilla que utilizó durante toda su vida, tirando de la traílla”, relata Nicolás.
Pero tanto su abuelo como su padre fueron además los peones camineros, los encargados del mantenimiento de la carretera de Aguadulce, del viejo Cañarete, un camino que serpenteaba entre los acantilados.
El Bello Rincón
Nicolás explica que sus padres se trasladaron al paraje del Bello Rincón y allí abrieron en el año 1961 un restaurante. Unos años después la cueva que existía en ese lugar, tras una primera ampliación, albergaría una sala de baile bautizada como Gruta Mana (por Martínez y Navas, sus apellidos), que los fines de semana atraía con conjuntos musicales como ‘Los Castizos’ y reunía a los jóvenes que querían disfrutar huir de miradas indiscretas.
Fue el germen de la actual gruta, que durante los años y las décadas siguientes fue ampliada desde los poco más de 60 metros cuadrados de entonces a los más de 300 en la actualidad, excavados en la dura roca de la zona, un proceso que se inició en 1977 ya de la mano de Nicolás Martínez Navas.
Originalidad
El propietario señala que desde sus principios La Gruta obtuvo una buena acogida por parte de la clientela, “era algo original, nuevo, llamativo, pero además nuestro objetivo era dar una buena oferta de restauración, que la gente se fuera satisfecha de la experiencia y quisiera volver. Lo original te sirve para atraer nuevos clientes, pero cuidar lo que les ofreces te permite mantener en pie los negocios”.
Nada fácil, en cualquier caso porque “mantener un negocio de este tipo abierto durante más de cuarenta años tienes que estar cada día al pie del cañón, prestar el servicio que el cliente espera y mejorar cada día para que cada visita sea una experiencia”.
Popularidad
La singularidad del local, el hecho de estar asentado en una cueva, ha sido un buen reclamo y ha permitido que La Gruta haya visto con asiduidad a personajes conocidos, artistas de todas las ramas, políticos de renombre, empresarios. Pero para Nicolás “aunque esto es importante y me produce satisfacción, la ilusión es que todos, sean quienes sean, estén a gusto con nosotros”.
Almería es Tierra de Cine y desde hace cuarenta años La Gruta ha vivido la experiencia de recibir a muchas de las personalidades de esa industria, desde actores y actrices hasta renombrados directores o productores. Nicolás recuerda el paso de muchos de ellos, como de toreros como José Tomás, futbolistas como Beckam, Cañizares o Zinedine Zidane, periodistas como Luis del Olmo y, por supuesto el almeriense más conocido, David Bisbal “que suele acudir con su familia”
Intimidad
Por los rincones de la gruta han pasado también muchos de los políticos que han sido protagonistas de la historia de Almería y de España, desde presidentes de Gobierno a consejeros, diputados o senadores. Dice que en ocasiones “piden rincones apartados, más íntimos, para poder hablar con libertad, sin temor a ser interrumpidos”.
Es casi una norma de la casa, porque al cálido abrigo de la cueva menudean las intimidades, las conversaciones, las reflexiones en voz baja. Uno de los colectivos que gustan de esa intimidad es el de los empresarios, Nicolás asegura que durante cuarenta años de existencia de La Gruta “se habrán cerrado aquí cientos, miles de acuerdos, muchos negocios que se han gestado en torno a una buena comida y un buen vino”.
Prudencia
Le pregunto por ejemplos de esos negocios o de esos proyectos de importancia que han visto la luz en la oscuridad de la cueva pero no suelta prenda: “es algo que respetamos escrupulosamente porque no podemos traicionar la confianza de la gente que viene aquí en busca de intimidad”.
Sin duda es fácil sentir el confort del establecimiento porque no deja de ser una cueva, un recinto bajo tierra capaz de mantener una temperatura constante en verano e invierno, “así que usamos muy poca climatización, no es necesario y es mucho más agradable para el cliente”.
Ampliación
Los tiempos han cambiado y tanto La Gruta como su responsable también. El local porque la vieja cueva es ahora cinco veces mayor de lo que era originalmente, Nicolás porque “todo ha cambiado, también nuestra vida. Cuando éramos pequeños íbamos a Almería en caballerías (sus abuelos), en un viejo isocarro que tuvo mi padre o en bicicleta para ir al colegio de las monjas del barrio de Pescadería. Eran otros tiempos, ahora esto es más grande, nos ha ido bien y podemos disfrutar de otro tipo de vida, otras cosas”.
La Gruta convive con el Bello Rincón, que fue la sede del primer restaurante de la familia en este paraje, donde Manuel Martínez Navas mantiene una oferta de calidad muy relacionada con la gastronomía del pescado.
Recorrido
Nicolás Martínez repasa el desarrollo de su establecimiento y afirma que aún quedan ganas de mantenerse en la pelea durante otros cuarenta años. Una apuesta que hace unos años quedó patente con una terraza abierta al mar que aporta otros 500 metros cuadrados a la superficie de salas al restaurante.
La obsesión de Nicolás es “seguir trabajando, seguir mejorando y haciendo las cosas con ilusión; esa es la forma en la que hemos ido avanzando, diseñando un espacio que es ciertamente singular. Pero contar las cosas no es el mejor reclamo para animar a la gente a venir, lo mejor es que los que vienen salgan satisfechos y con la idea de volver”.
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