En un almacén conserva como si fueran joyas algunos de los muebles que creó con sus manos cuando era el ebanista más reconocido de la ciudad. Los mantiene intactos, a salvo del paso del tiempo, como piezas de museo que esperan la llegada de un cliente que sepa apreciar el arte o que tenga metros suficientes en el salón de su casa para poder colocar una de sus creaciones.
Antonio Sáez es el último romántico de la madera aunque ya no esté en activo. Miró y tocó la madera con manos de artista y para cada una de sus composiciones tuvo que detener el tiempo, a veces durante meses, buscando siempre los ratos de inspiración para rematar su obra. Él sabe que su obra ya no está de moda, que pertenecen a otra época, a un tiempo en el que los muebles se concebían para formar parte de las familias y tenían que durar toda la vida para que se fueran heredando de generación en generación.
Hoy el mueble se comprende de otra forma, como un objeto útil que ocupe poco espacio y que a ser posible no exija ningún esfuerzo económico. Vivimos la era del Ikea y todas esas empresas de trabajo de aluvión donde uno se lleva un armario en cuatro bolsas y después lo monta en su casa. “Yo siempre he creado muebles pensando en que sean inmortales. Son trabajos de autor en los que he empleado mucho tiempo y mucha paciencia, por eso me cuesta tanto deshacerme de ellos”, explica el artista.
Antonio Sáez Haro aprendió el oficio de su padre, trabajador de los antiguos talleres de carpintería Rabriju. Era un niño cuando ya era capaz de crear figuras sobre rígidos tablones, de levantar formas que salían de una imaginación brutal que se desbordaba cuando tenía las herramientas en las manos. Hoy, este oficio tiende a desaparecer porque no hay aprendices. A los jóvenes no les interesa y los maestros ya no tienen alumnos a los que enseñales los secretos de la profesión. Se han perdido los viejos talles artesanos donde los muchachos llegaban con trece o catorce años y sin prisas iban tomando nota de las enseñanzas de los maestros.
Los muebles de fábrica se imponen y la demanda de un producto mucho más personalizado, hecho de forma artesanal, es cada día menor, el capricho de unos pocos. Pese a todo, a Antonio Sáez sigue siendo recordado como una de las figuras de la ebanistería almeriense. Su firma ha traspasado fronteras y a lo largo de su extensa visa profesional ha recibido encargos de todos los puntos de España.
Su popularidad se elevó cuando decidió regalar un bargueño realizado en madera de nogal a los Príncipes de Asturias con motivo de su boda. La pieza se encuentra en el Palacio Real y forma parte del Patrimonio Nacional. Entre sus trabajos destacan la restauración de la puerta principal de la Alcazaba y una réplica del faro de poniente realizada en maderas de peral y arce, que se encuentra expuesta en las instalaciones de la Junta de Obras del Puerto.
Para rehabilitar la puerta de la Alcazaba trabajó duro durante meses. Se trataba de un portón cargado de siglos que la humedad y el sol habían ido agrietando y deformando. El maestro Sáez empleó toda su experiencia para realizar un trabajo del que siempre se ha sentido muy orgulloso. La puerta recuperó su esplendor sin perder esa esencia que le habían dejado los años.
Entre las joyas que todavía conserva, que siguen esperando a un comprador, destaca una cómoda de Sapelli, fabricada en nogal, con dos cajones y gran espejo, valorada en veinticuatro mil euros. Es una pieza única para clientes muy exigentes. También conserva, como oro en paño, un bargueño ‘secreter’, el mueble perfecto para los documentos privados, que en su interior esconde un compartimento que solo conoce él como fabricante del mueble y aquél que se lo compre.
“No se puede decir que es un mueble caro”, me dice el maestro, “solo cuesta catorce mil euros, un precio asequible teniendo en cuenta que es imposible encontrar algo parecido en el mercado, ni aquí ni en ninguna parte. Esto ya no se trabaja porque no es rentable, asegura.
El regalo al Príncipe
Antonio Sáez se hizo célebre en España cuando decidió llevarle un bargueño como regalo nupcial para el Príncipe don Felipe y su prometida. Un bargueño valorado en veinticuatro mil euros con motivo de su enlace matrimonial con doña Letizia Ortiz. Todo sucedió por casualidad, el ebanista estaba terminando de fabricar cuatro bargueños cuando la noticia de la boda Real se dio a conocer a través de los medios de comunicación. Eligió un modelo de diez cajones y un estante, realizado con madera noble de primera calidad. Envió una carta a la Casa Real en la que expresaba su deseo de hacerle un regalo a don Felipe. A los dos meses y medio, la Casa Real contestó con otra carta, en la que al ebanista le comunicaban que aceptaban el obsequio.
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