Ahora que las lágrimas corren sutiles por el deshielo sosegado del tiempo y Gabriel descansa bajo el sol cálido del campo de Níjar, no me resisto a buscar en estos días tan dramáticos algunos de los perfiles que los han conformado. Desde cómo ha vivido la redacción de este periódico y la Cadena SER una experiencia profesional que nunca podremos olvidar, hasta los errores políticos cometidos, la explicación de cómo el laberinto de la mente humana de millones de ciudadanos ha reaccionado ante un hecho tan desgarrador y brutal o la humanidad fieramente humana que hay detrás de un uniforme que honra a todos los españoles.
Cuando la investigación y la información pactan
En la mañana del lunes 5 de febrero, seis días y doce horas después del secuestro de Gabriel, contacté con uno de los máximos conocedores de su investigación. Hasta entonces solo había hablado con una persona muy cercana (y tanto) a la Moncloa y en aquellos primeros días las informaciones de que disponía el titular de ese móvil particular eran, como todo lo relacionado con el caso, muy, muy confusas. Su agenda le impedía atender con prontitud mis llamadas (su respuesta a una de ellas fue cercana a las once de la noche del domingo: perdona, no he parado en todo el día hasta ahora- me dijo-), y fue entonces cuando, para no importunarlo en exceso, decidí buscar otro interlocutor, igual de ocupado, pero, por su cargo y responsabilidad, situado en el cruce de todas las informaciones relacionadas con el caso.
-Quiero que sepas- le dije-que la Voz de Almería y la Cadena SER supedita la difusión de cualquier información que nos llegue al desarrollo de vuestra estrategia investigadora. No daremos una información que no esté contrastada con vosotros y si, para vuestra estrategia en la búsqueda del pequeño, es necesario ocultar información o poner el foco en algún aspecto que provoque la comisión de un error por parte de el autor o autores del hecho, cuenta con nosotros. El interés por encontrar al niño está por encima de cualquier otro aspecto, lo que si pedimos es conocer, hasta donde sea posible, el curso de los trabajos que desarrolléis para evitar insistir en aspectos equivocados o hipótesis descartadas.
-De acuerdo y os lo agradezco- fue su respuesta-. En primer lugar, os pedimos que no difundáis ninguna hipótesis de las muchas que están llegando a las redacciones, eso puede acabar dificultando nuestras líneas de investigación. Y lo primero que hay que descartar es que haya sido el chico condenado por acoso. Al principio nos pareció una hipótesis de trabajo sólida, pero hay numerosas evidencias ya de que él no ha sido. En un caso como este no descartamos nada, pero esa línea sí, aunque nunca se está seguro totalmente. Pero ahora trabajamos en otra dirección. A estas horas la investigación se centra en el entorno más próximo al niño. Sobre todo, después de que el sábado apareciera la camiseta y se haya confirmado la presencia de ADN de Gabriel.
- Llámame impertinente, pero vosotros debéis saber, o al menos intuir ya, quién puso ahí la camiseta y porqué.
-El quién no estamos todavía totalmente seguros, el porqué, sí. La ha puesto para que investiguemos en el sitio equivocado. Lo ha hecho para despistar. Quiere alejar los rastreos del lugar donde puede estar el niño, pero, con su acto y por la forma en que se ha encontrado, es posible que haya cometido un error definitivo.
- Hombre, lo que parece sorprendente es que la haya encontrado en un cañaveral la pareja del padre. Varios centenares de expertos y más de quinientos voluntarios buscando y viene a encontrarla la novia del padre. ¡Qué casualidad! Yo soy un lego sin puta idea de esto, pero tú no, y eso, no me lo niegues, no es casualidad.
- No, no es casualidad. ¿Qué quien pienso que puede ser? La misma persona que tú estás pensando, pero no me preguntes más.
Esa misma tarde vuelvo a marcar su número. La única voz que suena es la de la operadora: “este teléfono está apagado a fuera de cobertura”. Dos horas más tarde el teléfono que suena es el mío.
-Disculpa, no he podido atender tu llamada; estaba trabajando, después he cogido el coche y ya sabes cómo es la Guardia Civil si me pillan.
- Que te lo digan a ti. ¿Hay novedades?
-Definitivas ninguna, pero lo que hablamos esta mañana cada vez se confirma más.
- ¡Joder, qué fuerte!
-Pues sí, Pedro: la autoría está en el entorno del padre.
- ¿Cómo? - pregunté entre la turbación y la sorpresa.
-En una desaparición siempre empezamos la investigación por el entorno mas cercano, es lo habitual, y luego vamos abriendo el abanico si no encontramos elementos que sostengan continuar en esa línea. Aquí ya lo hemos encontrado. La autoría de los hechos está en el entorno del padre; tenemos que continuar y consolidar las informaciones en las que estamos trabajando, pero todo apunta y con mucha base a ese entorno. Por supuesto, Pedro, no se os ocurra publicar nada, por Dios. La filtraremos cuando estemos seguros o convenga a la estrategia de investigación.
Mientras escuchaba no pude evitar sobresaltarme. Todos navegábamos en medio de una tormenta de rumores y bulos y los agentes ya habían encontrado el camino hacia la verdad. Para cualquier periodista esa información quema más que una hoguera. Se la comenté a Jose Luis Martinez, editor del periódico, a Antonia Sánchez Villanueva, subdirectora, a Rosa Ortiz, la periodista que llevaba seis días siguiendo el tema día y noche y a Simón Ruiz, que ha coordinado la información del caso desde la redacción. Pero la confianza se basa en el cumplimiento de lo acordado y la responsabilidad apagó el fuego profesional que nos quemaba a todos.
Al día siguiente la portada de La Voz abría a seis columnas con el siguiente titular: “Abiertas todas las hipótesis tras hallar el ADN de Gabriel”.
Las dos partes habíamos cumplido el pacto. A veces no se puede publicar todo lo que se sabe y otras todo lo que se sabe no se debe publicar. El lunes por la noche no hicimos lo que podíamos hacer, pero sí lo que debíamos.
A partir de entonces la confianza mutua alcanzó su máxima cotización y aunque siguieron los contactos tanto con él como con el cercano (y tanto) a la Moncloa, el interés por no perturbar la investigación y encontrar a Gabriel continuó determinando todas nuestras informaciones.
La humanidad guardada tras el uniforme (ladillo)
Durante todos estos días, tan dramáticos, tan desoladores, la redacción de este periódico ha estado a punto, sobre todo cuando se hacía el silencio para oír a Patricia desde la televisión, de naufragar entre las lágrimas. En cuarenta años de profesión nunca había vivido un momento así. Había navegado en medio de turbulencias informativas dramáticas- El caso Almería, entre otras-, pero nunca con la intensidad conmovedora de estos días. La emoción contenida, a veces sí, a veces no, de los redactores, se ha encontrado acompañada por las lágrimas inconsolables de Susana Díaz o el llanto, tan profundo y por tantos motivos, del ministro Zoido. Conozco a la presidenta de la Junta y al ministro del Interior y no me sorprendió. Tendrán, como todos, otros defectos, pero no el de la insensibilidad o la dureza de corazón. Lo que sí me sorprendió fue que dos de los hombres obligados, por su trabajo, a ser más duros que nadie ante cualquier situación dramática, se rompieran, con la elegancia conmovedora con que lo hicieron, en la mañana del jueves. Jesús Reina, comandante de la UCO y José Hernández Mosquera, teniente coronel de la Comandancia de Almeria, no pudieron evitar el reflejo en sus rostros de la desolación que guardaban en su corazón. La cara es, siempre, el espejo del alma. Y el alma de toda la Guardia Civil, de todos los cuerpos que han entregado su vida durante estos doce desesperados días en la búsqueda de Gabriel, solo merece la gratitud unánime y el reconocimiento total no solo de su eficacia, si no de su bonhomía. Las lágrimas bañan de dignidad a quien no puede evitarlas y estos dos guardias civiles, como los que se abrazaron llorando desconsoladamente en Vícar cuando encontraron el cadáver de Gabriel, merecen el respeto imponente a la que son acreedoras las personas cabales. “Nosotros también somos humanos”, respondió el jefe de la UCO con los ojos empañados en lágrimas. No, comandante. Ustedes no son humanos. Son, como escribió Blas de Otero, fieramente humanos.
Las causas de la conmoción compartida (ladillo)
Escuchar cuando habla el que más sabe, esa es la clave cuando se tienen intenciones de aprender. En martes volví, otra vez, a corroborar esa realidad tan incuestionada por la curiosidad por saber. En el programa nacional de La Noche de COPE compartí micrófono y análisis del caso con José Miguel Gaona, uno de los psiquiatras de cabecera de la emisora, y a la pregunta de su director, Adolfo Arjona, sobre porqué el secuestro y asesinato de Gabriel había traspasado el umbral del sentimiento de dolor y conmoción compartida al que no habían llegado otros casos similares, el experto en el laberinto de la mente humana encontró la respuesta. “En otras situaciones similares- contestó- los ciudadanos han conocido a la victima a través de la frialdad inevitable de una o varias imágenes o de datos antropométricos, edad, medidas, color del pelo, complexión de su figura y otros. Pero en el caso de Gabriel hemos conocido no solo como era físicamente, sino como pensaba, como quería, lo que le gustaba, qué quería ser de mayor, qué le gustaba bailar. A través de las palabras de la madre hemos llegado al corazón del hijo y ese corazón nos ha cautivado. Patricia, con su sencillez, ha conseguido, no que conociéramos a Gabriel, sino que lo quisiéramos, y ese es un sentimiento imbatible. Los españoles han querido a Gabriel de una manera rotunda y sincera y eso explica este movimiento tan formidable de cariño que brotaba del corazón”. Cuando el director del programa me dio las gracias por participar pensé que el agradecido debía ser yo por haber aprendido, una vez más, de escuchar a los que mas saben. Y me sentí joven; tan joven como cuando empecé: la vocación por aprender y la curiosidad sigue intacta.
El ruido que nunca debió producirse
El arma de conmoción masiva que ha supuesto la desaparición y muerte de Gabriel que, como tan acertadamente ha señalado Patricia, la madre, ha sacado al sol del afecto y la solidaridad lo mejor de millones de españoles, tuvo uno de sus claroscuros en la Diputación y mientas se velaba el cadáver del niño. La política con minúscula, que a veces acaba envenenando los territorios más nobles, le hizo cometer a Rafael Hernando un error del que, seguro, se arrepintió un segundo después de haberlo cometido: en la antesala de aquel escenario tan dramático marcado por un féretro blanco acompañado por dos peluches, nunca debió aludir a la prisión permanente revisable. Cualquier otro ciudadano podía hacerlo, pero un político, no. Porque al hacerlo corres el riesgo de que sus palabras se tomen como un recurso partidista. Hernando se equivocó.
Como se equivocaron todos los portavoces que intervinieron en la sesión del Congreso en la que, el jueves, se trató el tema. Se puede estar a favor o en contra de su derogación (yo estoy en contra), pero hay que hacerlo desde la racionalidad, no desde el insulto. Y el que más se equivocó fue el portavoz del PSOE en una intervención que pasará a la historia del bochorno parlamentario. Hasta ahora el nuevo PSOE de Pedro Sánchez estaba instalado en la bobería; después del jueves y si nadie lo remedia, puede quedar instalado también en el insulto. Hernando se equivocó y el portavoz socialista, también. Sólo la petición de disculpas les aminoraría la pena por su error.
Un error incompatible con el acierto con que, en medio de un dolor que tiene que doler tanto, se han comportado los padres, los investigadores, los centenares de almerienses que colaboraron en las tareas de búsqueda y los millones de españoles que han sentido tanto dolor como propio.
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