Diego Galera, procedente de Sorbas, vive en Piedras Redondas desde hace 60 años. Cuando llegó al barrio, las casas que hoy ocupan varias plantas disponían tan solo de una. Conforme las familias recién instaladas en la zona fueron creciendo, construyeron progresivamente más pisos en estas viviendas situadas en calles con nombre de sierra, como Sierra de Gata, de Fondón, de Bacares, de Serón o de María.
Otro estilo de vida
Entre dichas casas ocupadas por vecinos venidos de pueblos de la provincia discurrían caminos de tierra. “Ni recogida basuras había”, afirma Diego. De amasar los residuos se ocupaba “gente de los corralones, que pasaba en un carro tirado por un burro, para recoger la basura y llevarla al estercolero”. De este último se extraía parte del abono destinado a los campos que cubrían una amplia extensión de terreno.
Diego recuerda, asimismo, a aquellos que circulaban “vendiendo alfalfa a los vecinos que criaban pavos y otros animales en sus patios”.
Con tal telón de fondo, los niños jugaban a las canicas en el suelo, aprovechando los hoyos en la tierra.
Punto de inflexión
Fue en los años 70 cuando se comenzaron a asfaltar las mencionadas calles con nombre de sierra, que se ubican en el centro del vecindario. Entre ellas, la calle Sierra Morena es la más ancha. De un único sentido, obliga a atravesar el barrio desde la calle Sierra de Gredos en dirección a la calle Monserrat Caballé.
Por un lado, la estrechez de las citadas vías dificulta la circulación de los vehículos y el aparcamiento. Por otro lado, todavía hoy perduran las obras de alcantarillado destinadas a reorientar las tuberías procedentes de las casas. “Antes, los desagües iban a parar a los patios”, explica Diego. De hecho, las aceras fueron las mismas durante más de 40 años, hasta que se rehabilitaron recientemente.
Reformas
“La asociación de vecinos está haciendo lo posible para conseguir mejoras. Se encargan de arreglar las calles y los jardines con los fondos que les da el Ayuntamiento”, indica Diego. Se refiere a la asociación Sierra de Monteagud, que se sitúa en una calle homónima. Una de sus principales demandas hasta la fecha han sido los aparcamientos que se están construyendo actualmente en la calle Sierra de María.
Sin embargo, aún no pueden cantar victoria en lo que respecta al alumbrado, ya que en el área noreste del barrio persisten los cortes de luz.
En la asociación cuentan que, entre los vecinos, arreglaron el parque que se ubica junto a su sede. “Todo el mundo lo llama ‘el parque de las luces’, por las farolas, pero todavía no tiene nombre oficial. Estamos esperando que venga el alcalde para inaugurarlo”.
“Los fondos públicos que nos dieron sirvieron nada más que para comprar los materiales. La mano de obra la pusimos nosotros: la albañilería, la plantación de los árboles... Lo hicimos todo entre los que vivimos aquí, muchos de nosotros parados y otros tantos jubilados”, detallan miembros de la asociación.
“La infraestructura no ha cambiado casi nada. Ha evolucionado poco y mal. Seguimos estancados, en ese sentido. Nos faltan hasta pasos de cebra porque no los han pintado”, se queja uno de ellos.
El ambulatorio
Otra mejora importante que el vecindario precisa es que finalicen las obras del centro de salud que iba a acoger a los vecinos de este barrio y de Araceli.
“El ambulatorio que queda más cerca es el de Cruz de Caravaca. Hay muchas personas mayores con dificultades para moverse a las que les cuesta llegar a pie hasta allí; no tanto por la bajada como por la subida que hay a la vuelta. Se puede ir en autobús, pero lo ideal sería que abrieran el centro que estaban construyendo aquí. Las obras quedaron a medias y sigue ahí, muerto de risa, sin utilizarse para nada”, especifica otro de los vecinos de la asociación.
Sin oficinas bancarias
El centro de salud no es el único servicio que los habitantes de Piedras Redondas echan en falta. Para ir al banco, también deben desplazarse hacia otros vecindarios, como Cruz de Caravaca, Los Ángeles o Torrecárdenas.
“Antes, había aquí una oficina de la Caja Rural. Desde que la quitaron, nos toca ir a otras zonas para hacer trámites bancarios. Muchos vecinos se quejan de eso; sobre todo las personas mayores, por tener que desplazarse lejos para ir al banco”, comenta Diego, coincidiendo con la asociación de vecinos.
“Era una sucursal pequeña, en la que atendían una o dos personas, pero nos hacía el apaño a todos. El hombre que la llevaba estaba ya familiarizado con la gente de aquí y nos echaba una manilla cuando no entendíamos algo”, explica un vecino de la asociación. “Ahora te tienes que ir al quinto pino para muchas gestiones del día a día, como sacar dinero o pagar un recibo”.
Los vecinos
“Como hay muchas casas en propiedad, la mayoría de los que vinieron en los 60 siguen aquí”, afirma un vecino que vive en Piedras Redondas desde el año 62.
“En general, es gente trabajadora, que no se mete en nada. Normalmente, no ha habido altercados”, continúa.
“Cuando yo me vine, no hacía tanto que se había fundado el barrio. Fue la gente de los pueblos la que se mudó aquí. Se vinieron jóvenes y con chavales pequeños, que somos los que ahora tenemos entre 50 y 60 años. La mayoría tuvimos hijos y ahora nietos que siguen viviendo aquí. Así que se ve gente de todas las edades”, señala Diego.
“Los nativos del barrio seguimos en él, aunque los hay que han fallecido. También ha venido gente nueva, pero algunos de los últimos nos van a matar a disgustos”, sentencian desde la asociación.
“Yo aquí vivo a gusto; es lo que puedo decir”, declara Diego. “Dentro de eso, siempre hay cosas que se pueden mejorar”, puntualiza.
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