Agentes de la UCRIF de la Policía Nacional han arrestado a un joven senegalés acusado de patronear la patera naufragada el pasado 16 de junio frente a las costas de Cabo de Gata. El hundimiento de la embarcación provocó la muerte de 43 ciudadanos subsaharianos, una de las mayores tragedias de la inmigración irregular en la ruta del Mar de Alborán desde que existen registros.
El detenido es B. de 26 años de edad y origen senegalés. La investigación de la Policía Nacional, en coordinación con la Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), le acusa de presuntos delitos de homicidio imprudente y contra los derechos de los ciudadanos extranjeros. No obstante, su misión era únicamente guiar el bote fletado por las mafias en las proximidades de la localidad marroquí de Bouyafar (a unos 15 kilómetros al oeste de Melilla) y mantener el rumbo hasta una franja accesible para los equipos españoles de Salvamento Marítimo.
B. de 26 años de edad fue rescatado por un helicóptero sobre las 22 horas del 16 de junio en alta mar. El joven se mantenía a flote a duras penas agarrado a los restos de un bote destrozado por una explosión y zarandeado por las embestidas del oleaje. A su lado, extenuados, otros tres subsaharianos luchaban por salvar su vida.
La escena, captada por las cámaras de los especialistas de Salvamento Marítimo, evidencian la dureza de la travesía. Los inmigrantes pagaron hasta 1.500 euros a las mafias en Marruecos para subirse a una patera que reventó en el camino. Según fuentes del caso consultadas por LA VOZ DE ALMERÍA, los viajeros resistieron durante dos días a la deriva. Las traficantes lanzaron el bote a las aguas del Mediterráneo el 14 de junio con dos chicos senegalés al timón. Gracias a su pericia en la navegación habían conseguido un lugar preferencial en la patera y la posibilidad de eludir el pago del billete (entre 1.000 y 1.500 euros).
Una explosión
Los problemas comenzaron a surgir apenas dos horas después de partir en dirección a la provincia de Almería. La barca, sobrecargada de viajeros, comenzó a hacer aguas por la parte del motor. Los navegantes no podían achicar con suficiente celeridad y, según los testimonios recogidos por la investigación de la UCRIF, algunos pidieron el regreso a las costas marroquíes aún a sabiendas de que supondría la pérdida completa de meses de ahorros.
Los patrones trataron de calmar a los ocupantes y continuaron el viaje hacia el norte. Había que agotar las posibilidades de alcanzar zona SAR (zona de rescate), confiados en la aparición milagrosa de las patrulleras naranjas de Salvamento Marítimo, verdes de la Guardia Civil o, quizás, la silueta un mercante, un pesquero o un crucero.
Entonces vaciaron las latas de combustible y, entre grandes dificultades, achicaron el agua que entraba a borbotones en el interior de la nave. La situación era de máxima tensión. Entre los 47 subsaharianos había dos mujeres y un niño de tres años. El motor empapado se paró y dejó la patera a merced de las olas. Los nervios se dispararon, mientras los navegantes se afanaban por mantener a flote la barcaza.
Según el relato de los supervivientes, uno de los capitanes tomó el mando e intentó recuperar el motor fuera borda. La decisión tuvo consecuencias catastróficas. El engranaje falló, la chispa prendió el combustible y provocó una explosión en la patera, perdida en alta mar sin remedio. La mayoría del pasaje cayó al agua. Unos pasaron a la proa para mantenerse con vida a la espera de la llegada de los equipos de rescate, mientras otros intentaron regresar a Marruecos a nado (aún se veía la línea de la costa africana en el horizonte). El Mar de Alborán se tragó poco a poco a los supervivientes de la explosión.
Un día después del incidente, apenas 15 personas (algún testigo reduce la cifra a solo 10 personas) seguían agarradas a los restos de la patera en situación muy precaria, sin agua, sin comida, sin esperanza. El testimonio ofrecido en el complejo hospitalario de Torrecárdenas una semana después describió un escenario de enorme crudeza. Uno de los patrones aseguró que no había salida y se soltó del bote para hundirse en la profundidad de Alborán.
La patera estaba a la deriva, destrozada por la explosión. Las olas hicieron volcar varias veces los restos y mermaron la nómina de supervivientes, reducida a “seis o siete personas”, según la investigación.
Dos días después de partir desde Marruecos, un helicóptero de Salvamento Marítimo localizó a los ocupantes. Entonces solo cuatro jóvenes resistían con vida. Los rescatadores alzaron a los chicos a bordo y los trasladaron hasta el hospital para recibir asistencia médica de urgencias.
Investigación
No obstante, la UCRIF y el Frontex activaron una investigación para esclarecer las circunstancias del caso, marcado por la cifra de 43 muertos. Hombres, mujeres y un niño. Los agentes buscaban datos sobre el punto de partida, las conexiones con las mafias, nombres, fechas, teléfonos, contactos en origen y comportamientos durante la travesía.
La Brigada de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional (multiplicándose en tiempos de escasos recursos y enorme actividad) realizó un intenso trabajo que acabó con la detención del senegalés B. de 26 años. Sus compañeros le señalaron directamente como uno de los dos patrones y como presunto responsable del manejo de la brújula.
Se le imputan presuntos delitos de homicidio imprudente y contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, cargos siempre conflictivos y cuyo recorrido en la jurisprudencia siembra dudas sobre las responsabilidades directas e indirectas en la muerte de los inmigrantes. El procedimiento se instruye en el Juzgado de Instrucción número Uno de Almería, que ha ordenado el ingreso en prisión de B. tras recibir el alta médica en el complejo hospitalario de Torrecárdenas, donde permanecía asistido y bajo vigilancia como detenido.
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