Su hermana le salvó la vida. Se enteró de que era portadora del gen BRCA1 -que determina un riesgo mayor de contraer cáncer- el día en que ella falleció a causa de esta enfermedad. Lo normal habría sido bajar los brazos y hundirse. Pero el mensaje que le dejaba era claro aun sin verbalizarlo: “Lo sabes y ahora es tu momento para luchar y no rendirte”. Siete meses después, entró en quirófano para someterse a una doble mastectomía.
Ana Jiménez (Almería, 1984) nunca tuvo dudas. La entereza de Natalia, su hermana, a la hora de plantar cara a la enfermedad durante dos largos años ha sido la inspiración que la ha guiado en todo momento, desde que en junio de 2015 la perdió y aún a día de hoy, cuando la acompaña en su nueva y luminosa vida. “Ella lo que realmente quería era vivir porque tenía muchas cosas por las que luchar: su hija, su familia, su negocio; jamás perdió la sonrisa, fue una valiente”, apunta.
Por extraño que suene, fue el caso de Angelina Jolie el que puso a esta familia en la pista de la prueba que lo cambiaría todo. El diagnóstico de Natalia con un tumor de origen genético y el hecho de contar con el consejo médico adecuado en el momento justo resultaron determinantes a la hora de conseguir que la sometieran a una analítica que cubre la Seguridad Social, pero para la que hay que cumplir unos requisitos muy concretos.
Con los resultados encima de la mesa, Ana supo que tenía un 85 por ciento de posibilidades de desarrollar un cáncer de mama desde que cumplió veinte años. Tenía treinta. Quería ser madre a pesar de saber que esa revolución hormonal podía ser fatal con su predisposición genética. El tiempo jugaba en su contra.
Maternidad
Un mes después de que su hermana se fuese, Ana Jiménez viajó a Valencia con su pareja para informarse de sus opciones en cuestión de reproducción. “Deseaba ser madre, pero no quería tener un bebé enfermo condenado a pasar por esto. Allí me sentaron y me plantearon que si en su momento mis padres hubiesen pensado igual, mi hermana y yo nunca hubiésemos nacido; eso me marcó. Una de mis preocupaciones ya la tenía cubierta, la otra era operarme”, recuerda.
De vuelta a Almería, supo que existían tres alternativas: quimioterapia preventiva, revisiones cada seis meses y la más agresiva, la doble mastectomía. Lo vio cristalino: no iba a esperar a que el cáncer llamase a su puerta. No se lo podía permitir. Por su familia, por su hermana y por ella. Y un 25 de enero, se sometió a una operación de siete horas. Siete horas que le daban una oportunidad de vivir. De vivir sin miedo.
“Yo tenía y tengo muchísima fe en un médico que para mí ha sido la persona que me ha dado una oportunidad de vivir, mi hermana me puso en aviso y él -que también la operó a ella- fue el autor de esa nueva vida: el cirujano Miguel Lorenzo. Desde el minuto uno, supe que tenía que ser él”, cuenta en una entrevista a LA VOZ.
Se obró el milagro
Superada la recuperación y el temor a un posible rechazo de las prótesis, Ana decidió hacer el camino en el mes de mayo. El Rocío le insufló la fuerza que necesitaba. De regreso a Almería, su pareja y ella decidieron buscar un bebé. Nueve meses después, se obró el milagro: nació la pequeña Natalia, que devolvió la esperanza a toda una familia.
“La operación a mí lo único que me ha dado es ganas de vivir, una nueva oportunidad de salir adelante y seguir luchando. No se puede pintar esto como lo peor que te puede pasar, ¿cuántas veces peor es un cáncer a una mastectomía? Ahora tengo a mi bebé, a mi familia, que jamás se ha apartado de mi lado, y no quiero que la gente tema pedir ayuda, porque no estás enferma, eres portadora de un gen, pero un gen que no tiene por qué coaccionar tu vida”, expresa.
Ana cumplirá en diciembre 34 años. A los 40, tendrá que quitarse los ovarios porque el riesgo de enfermar se multiplica. En el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama -que se conmemoró en todo el mundo ayer 19 de octubre-, su consejo es no dejarse paralizar por el miedo y decir: tú no vas a poder conmigo, tengo que seguir adelante. La prueba que a ella la salvó está al alcance de todos, no hace falta ser una celebridad para hacértela. Aunque en realidad quien de verdad la salvó, y la salva cada día, es su hermana Natalia.
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