“Con educación y diálogo es como conseguirás que la gente se declare feminista“

En una época de tensión, nervios y miedo, aboga por transformar el discurso feminista en uno calmado, sosegado y que llegue a todos. Confirma con su actitud y su palabra que la pasión no está reñida con el entendimiento y que el acercamiento hacia este movimiento depende más de que se explique con buenas palabras que de la posición ideológica.

A pesar de que es capaz de referenciar a la mayoría de autoras feministas, confiesa que su mayor referente sigue siendo su madre: una mujer luchadora que desde su posición humilde le enseñó a María Rodríguez (Almería, 1998) que merece la pena plantearse que uno puede cambiar las cosas del mundo que no le parecen justas. Para transformar su ciudad decidió involucrarse en movimientos políticos y sociales y, en la actualidad, organizar los Cafés Feministas, en los que se habla de literatura, sociedad, política, educación y, por supuesto, de feminismo.

Es paradójico que después del primer gran 8M se hayan reforzado las posturas contrarias al feminismo.

En el momento en el que un movimiento de izquierdas toma relevancia siempre sale una respuesta directa que, en este caso, viene de la mano de la extrema derecha. Han visto que estamos aquí, que hay mucha gente que se está empezando a interesar por nuestras ideas y eso les da miedo porque realmente se está comenzando a crear una conciencia colectiva. Quizás no tengamos a todo el mundo de nuestro lado pero, al menos, tenemos un interés por querer llegar a ese punto que hay en común que es la igualdad.

¿Ha cambiado algo en este último año?

Ha cambiado el punto de vista; al menos, se está hablando de ello y la gente se está revolviendo en su silla. Leen, buscan, se informan... aunque sea sólo porque están en contra. Pero todavía queda mucho por hacer y, probablemente, yo me moriré y todo seguirá estando más o menos igual. 

¿Se utiliza ahora como arma electoral?

Hemos visto que partidos como Ciudadanos han salido con eso del “feminismo liberal”. Igual que surgen nuevas olas de feminismo vemos como también nacen otros neomachismos y eso se traslada a la política. Si unos partidos abanderan la lucha, los opositores tienen que coger la bandera de esas nuevas formas de feminismo que, realmente, no reconocemos como tales o, incluso, posiciones contrarias.

¿Qué es eso del feminismo liberal?

Es el maquillaje que intenta echarse la derecha para sumarse. Dicen: “Somos mujeres y tenemos nuestro espacio”. Claro, pero en cúpulas privilegiadas a las que no va a acceder la mayoría de la clase obrera. Piensan en su libertad, pero solo la suya, no la de todas las compañeras que están por debajo, porque tenemos unos privilegios de clase que no se pueden negar y eso no lo podemos dejar de lado.

Hay quien aún no entiende de qué va este movimiento.

Pero parte de culpa la tenemos nosotras, creo. Estamos en constante deconstrucción y cuando tú empiezas a militar tienes un sentimiento de justicia muy grande que, muchas veces, expresas con rabia. Quizás podamos llegar a transmitir un mensaje de forma agresiva pero, conforme va pasando el tiempo, moderas el tono de tu discurso y vas entendiendo que mediante la educación y el diálogo es como vas a conseguir que la gente se llegue a declarar feminista.

Hay algo de autocrítica, entonces.

Hay que tenerla porque, aunque estamos muy enfadadas, que es lógico, también tenemos que ser precursoras de un mensaje que pueda llegar a todo el mundo, diverso y que, al final, esa gente que rechaza el término ‘feminismo’, porque no se siente identificada, se lo piense.

¿Te han llamado alguna vez ‘feminazi’?

Muchísimas. Por todos lados. Pero ahora me da igual. Ahora puedo decir que lo ignoro o, incluso, me río. En otra época me sentía mal y hacía, incluso, que me replanteara mi mensaje, pero también porque creo que no estaba lo suficientemente empoderada para hacer frente a eso. Al final entiendes que no tienes que caer ahí y que están reproduciendo un mensaje.