En agosto de 2018, una joven sueca de 15 años, Greta Thunberg, decidió sentarse frente al parlamento para protestar contra la pasividad del gobierno respecto al cambio climático. En medio año, su acción se ha convertido en una reivindicación global que fructificaba ayer con manifestaciones en más de mil ciudades y, por supuesto, también en Almería.
Un mes de marzo especialmente cálido en gran parte de Europa ha vuelto a encender todas las alarmas: el planeta pide a gritos una reacción. Lo que muchos ven como un agradable clima para visitar la playa antes de tiempo es, en realidad, la señal más clara de que la humanidad está destruyendo su hogar. Y no hay un plan B.
Mercedes Cuenca (Córdoba, 1990), estudiante de Ciencias Ambientales en la UAL, decidió sumarse al movimiento mundial ‘Fridays for Future’ para pedir a los mandamases acciones concretas y efectivas frente al cambio climático que ya está aquí.
¿Qué es ‘Fridays for Future’?
Es un movimiento estudiantil que se ha expandido por todo el mundo y al que decidimos sumarnos varios colectivos almerienses. Queremos reivindicar medidas más eficientes frente al cambio climático. Porque este fenómeno no es ya algo fantasma sino que está sucediendo y ya podemos sufrir las consecuencias día a día aquí, en Almería.
¿Hay razones para alarmarse tanto?
Sí. Sin ir más lejos, tener 23º en pleno marzo es algo que no debería de ser normal. Hay modelos de precipitaciones que se pronosticaban para dentro de 30 o 40 años y que ya tenemos aquí. Especies de plantas que se encuentran cada vez en cotas más bajas o los cambios de hábitos alimenticios de jabalíes o ciervos, que acuden a los vertederos... El nuestro es un mensaje que quiere ser alarmista porque esto es lo que está pasando y la gente no lo quiere ver.
Este tiempo en marzo parece una señal inequívoca pero se transmite como si fuera algo positivo.
Pero es preocupante. En la televisión vemos que tenemos buen tiempo, que las playas y los hoteles se llenan, pero tendríamos que alertarnos porque el verano ahora empieza prácticamente en marzo y acaba en noviembre. Las precipitaciones no llegan, se aumenta la desertización. Este año casi no hemos tenido nieve en la sierra.
¿Es esta una lucha del ecologismo frente a los poderes económicos?
El ecologismo no va en contra de la economía. Hay que saber sacar modelos sostenibles y de los que se pueda sacar partido económico. La clave es adaptarse; saber que podemos cuidar del medio ambiente y, a la vez, reducir esas consecuencias que ya estamos viviendo.
La otra gran batalla es la de concienciar a la gente. ¿Llegaremos a ver ese gran desastre medioambiental que se vaticina?
Es probable que sí. Mi generación va a ver esos cambios. Lo bonito de este movimiento es que ha surgido de chavales de instituto. Jóvenes de 12 a 16 años que han movido esto por toda Europa.
¿Y son reversibles estos cambios?
Ciertas cosas sí, pero no se volverá al estado anterior hasta 50 o 100 años después de haber empezado a actuar. Eso, si se consigue.
Para la magnitud de problema, no parece que los gobiernos estén muy preocupados.
No, y lo peor es que la misma ciudadanía lo tiene como el séptimo u octavo lugar en su lista de preocupaciones.
¿Hay algo que la persona de a pie pueda hacer en su día a día?
Nosotros somos los consumidores y podemos actuar. Si decidimos no comprar tomates ecológicos envasados en plástico, el mercado al final tendrá que cambiar. Esos gestos individuales se acaban contagiando.
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